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martes, 7 de junio de 2011

Calentando la vida

Hace unos días veía a un muchacho (entre 15 y 20 años) acercando su cuerpo a una fogata improvisada, luego lo miré poner su pie sobre el fuego del que, en un momento, comenzó a salir vapor. Eran como las tres de la tarde, hacía frío, él y su compañero tenía poca ropa y, además, la tenían húmedas, no porque se hubieran mojado bajo la lluvia sino porque era parte de su trabajo. Es domingo, llueve, hace frío... ellos reparan neumáticos y, en el agua, verifican donde está pinchado.
Me pregunto, si todos tuviéramos las mismas posibilidades de estudio, ingresos económicos, etc., etc. muchachos como ellos  ¿trabajarían haciendo lo mismo que hacen hoy?
Conozco personas que responderían que si, porque entienden que la pobreza es una realidad que siempre estará presente, aun cuando las estructuras sociales fuesen otras.
Conozco otras personas que dirían que porque Dios ama a los pobres, debieran ser felices siéndolo.
Y seguro encontraré algunos que digan que si están donde están es porque son flojos y no se les ocurre maneras para salir de su pobreza.






miércoles, 30 de marzo de 2011

Entre la indiferencia y la susceptibilidad

Nuestra cultura tiene muchos signos de espectáculo (show)... pareciera que la vida no tiene sentido si no nos "hacemos ver" ("solo si apareces en los medios existes"), la imagen lo es todo (como te ves, como te vistes, qué es lo que vistes)... hasta pareciera que quien grita más fuerte (o hace más ruido) es quien tiene la razón.
- Tú eres muy prudente. Le dijo y añadió - necesitamos alguien más activo que gestione procesos. Quizá en ese momento, esa persona, estaba entendiendo por prudencia sinónimos de temeroso, calmo, quedo y la persona que escuchaba eso recordaba una semejanza:
"La prudencia es una virtud como la de aquel que conduce por una carretera y va a 100 km por hora o 20 dependiendo de las necesidades, circunstancias o limitaciones de la carretera"
¿Qué dice la gente de mi? podría ser una loca carrera hacia la indiferencia, es decir "No estoy ni ahí", "no me importa el qué dirán" o una enfermiza preocupación obsesiva por la opinión ajena.
En una cultura del espectáculo que responde al Rating quizá se sobrevalúe la opinión y el interés de los demás por lo que uno es u ofrece.

Los sabios latinos afirmaban "Virtus in medio est", que es como decir que el comportamiento saludable está en el medio. Es importante considerar la opinión de los otros (somos seres que nos construimos-realizamos en relación con los otros) pero confrontada con una justa y verás mirada hacia dentro nuestro. Que esa es, justamente, la humildad: mirarnos de frente a nuestra verdad.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Espejismos

"(...) Jean Paul Sartre expresaba que el hombre es el ser que manifiesta su libertad eligiendo sus esclavitudes.
Más esto no cuestiona sólo al individuo que adquiere un hábito que lo somete, compromete también a una sociedad contradictoria que mientras censura el uso de drogas por ejemplo, amplia su propaganda para que en espectáculos públicos se aplauda el arte o destrezas de drogadictos famosos; se prohíben otras drogas, pero el alcohol es parte de una vida social cada vez más frenética  la industria farmacéutica tiene siempre nuevos tranquilizantes y ansiolíticos para ahogar la angustia emergente. Parece que se plantean los problemas no para solucionarlos, sino para buscar otros medios que calmen nuestro ánimo temporalmente sin favorecer medidas que conduzcan a cambios verdaderos y efectivos. Hasta nos crean la obsesión de estudiar y estudiar porque un título es una garantía y nos encontramos que un 30% de los jóvenes europeos menores de 35 años son trabajadores precarios y no tienen acceso a contratos de trabajo prolongados o definitivos ¿No estamos proponiendo sólo espejismos?
(Ricardo Castañón (2004). Hábitos y actitudes. Cuando la Palabra hiere... Grupo Internacional para la paz, La Paz, p. 57)

viernes, 24 de abril de 2009

¿Quien es el Dios de la Biblia?

¡Haceme pata! (Acompáñame)

Me gusta mucho la imagen del Génesis en la que se relata cómo Dios baja, al atardecer, para caminar con Adán.


Pareciera innecesario, porque Dios está siempre presente, es el poderoso creador de todo cuanto hay, está presente en todo y en todo tiempo; sin embargo, el libro del Génesis subraya que bajó a pasear con Adán y al no encontrarlo lo buscó, lo llamó.

Podríamos decirle "No te hagai el leso, si sabí donde está". (¡Cómo Dios no va saber dónde está la persona que ama!)

Una y otra vez a lo largo del Antiguo Testamento se repite esta búsqueda de Dios: Él baja, toma la iniciativa, busca, llama al hombre por su nombre, insiste,  vuelve a insistir hasta encontrar respuesta.


Es un Dios que quiere estar cerca del hombre.

Es un Dios que quiere caminar con el hombre.

Es un Dios que le asegura su protección aun cuando haya hecho algo abominable, como matar a su hermano (Caín)

Es un Dios que hace un pacto con el hombre y su descendencia (Abraham)

Es un Dios que pelea con el hombre (Jacob)

Es un Dios que pelea al lado del hombre... (Josué)

Es tan fuerte su VOLUNTAD DE ENCUENTRO con el hombre que se encarna, se hace ser humano, desde la fecundación, implantándose en un útero, el de María, recibiendo de ella su código genético, naciendo indefenso y totalmente necesitado... por amor...

Sí… Por amor… ya que es imposible poder buscar retribución en un acto como ese. Por eso es un acto totalmente gratuito y libre que lo más que puede esperar es un acto de correspondencia; pero también libre. De otra manera, no podría ser amor.

Dios, el Dios de la Biblia, que es Amor, como nos recuerda Juan en su carta, es una cercana presencia, voluntad de encuentro.


sábado, 24 de mayo de 2008

Intersubjetividad (parte III)

Gratis… ¿Gratis? ¡Gratis!

Suena a algo buscado pero difícil de entender cuando, más bien, hemos aceptado que “todo tiene precio”. Pareciera difícil de entender (en ese contexto) la complicidad gratuita de un amigo o amiga, ¡cómo no pedir algo a cambio! Pareciera difícil entender que las cosas y las relaciones pueden ser duraderas ¡Cómo no cambiarlas por aquello que está de moda! ¡Sería aburrido que durara mucho tiempo o para siempre!

¿Difícil de entender? Quizá sea preferible, tan solo, cambiar de posición, mirar desde un punto en el que no estábamos acostumbrados a mirar y, en esa mirada, observar desde el ser humano.

Lo cual es fácil, porque solemos hacerlo todo el tiempo y en distintos momentos, ya que teñimos de subjetividad todo cuanto tocamos.

De la misma manera que, con la indiferencia, reducimos la persona a una cosa que “está ahí” pero que no atrae nuestra atención (como la piedra en el camino, a menos que se meta en nuestro calzado), nos detenemos ante una piedra y le asignamos nombre, le hablamos con cariño, la llevamos a casa y protegemos de la intemperie, la convertimos en un monumento… dejamos nuestro afecto en ella… la teñimos de subjetividad.

Así mismo, a un instrumento, lo tratamos como si fuera una persona. Le damos personalidad a las cosas. Le colocamos nombre a nuestros objetos (casa, fotografías, espacios, …) nos despedimos de lugares que visitamos, nos entristece “dejar sola la casa”… teñimos, esos objetos, de subjetividad, les otorgamos personeidad (1).

Si miramos a las cosas u objetos como a personas, como a sujetos ¿Por qué no mirar a la persona como a un sujeto? Es cuestión de cambiar de lugar y mirar desde otra perspectiva.

¿Cuándo? ¿Cómo?

Martín Buber hablará del Yo - Tú y es que cuando descubrimos en el otro un Tú… las cosas cambian.

No todos son un Tú y no hay un Tú sino con un Yo.

Sólo se descubre al Tú en una relación personal, en el encuentro personal, en el encuentro entre sujetos que se reconocen como tales, únicos, distintos, inconfundibles, incomparables, completos, no acabados, sujetos de amor (2), no objetos de amor.

Siempre es una relación intersubjetiva (entre sujetos) sin condiciones, simplemente porque son un Yo –Tú, con nombre y apellido, con una historia que compartir, por el compromiso por la realización personal del otro. Por eso es gratuito: porque no busca nada del Tú, si buscara algo, algún tipo de satisfacción, sería una relación instrumental: alguien terminaría siendo objeto del otro.

“No me tienes que dar porque te quiera, / pues aunque lo que espero no esperara, / lo mismo que te quiero te quisiera” reza una oración de autor desconocido y alrededor del siglo XVI. Expresa con toda claridad esta relación entre sujetos, en este caso, entre el hombre y Dios; pero bien puede ser tratarse de dos personas humanas.

Para el ser humano no basta con decir que somos seres relacionales, que interactuamos. Si somos personas que inteactuamosm que vivimos nuestras existencias en relación. Pero realizamos esa existencia intersubjetivamente. Nos relacionamos, SI, pero como sujetos. Interactuamos, SI, pero como sujetos.

El hecho fundamental de nuestra existencia humana es que somos intersubjetivos.

No hay una sola dimensión de la persona humana que no necesite, para explicarse, de la intersubjetividad.

No podríamos entender la corporeidad espiritualizada del ser humano si no fuera por que es un ser intersubjetivo. ¿Cómo entender que somos únicos sino en la real posibilidad de relacionarnos como sujetos? ¿Qué sentido tendría hablar, siquiera, de la libertad humana o qué decir de la trascendencia y la capacidad del ser humano de hacer historia, si no fuera porque es un ser autodeterminante, histórico, trascendente en relación y en relación con otros sujetos… intersubjetivo?

El hombre visto desde el hombre, varón y mujer. La humanidad entendida en sentido humano, desde el hombre, no desde perspectivas de mercado o desde ideologías o cualquier tipo de absoluto que quiera imponérsele.

El ser humano no es un ser social, es más que un elemento estructural de la sociedad. El ser humano es un ser intersubjetivo, no se explica a partir de la sociedad. La sociedad se explica desde la realidad humana. Cualquier sociedad sin el hombre no es más que estructuras: un pueblo fantasma que, si no fuera por los seres humanos que vivieron allí, ni siquiera referencias históricas tendría.

Ni siquiera la sexualidad humana puede entenderse sin el hombre (varón y mujer)… pero… de esto… hablaremos más tarde.

Marco Antonio Bellott Pabón

© 24 de mayo de 2008

jueves, 24 de abril de 2008

Intersubjetividad (parte II)

SUJETO --- OBJETO

En este mundo de interacciones hay otra que también tiene cierta particularidad y supone una inteligencia: la instrumental, es decir, la capacidad de entender la relación de causa y efecto producida por una determinada interacción.

El sujeto, siempre, será aquel que vea, descubra, entienda (1) el uso que puede dar a un determinado objeto. Por lo mismo, el objeto será aquello que es utilizado para un determinado fin. Estamos ante una relación instrumental. El objeto es el instrumento.

El sujeto, en cambio, es quien entenderá las distintas relaciones de causa y efecto hasta el punto de cambiar la finalidad de determinados objetos, a fin de establecer una relación instrumental entre él y el objeto.

Por ejemplo, ¿Cuál es la finalidad de un árbol?

Seguramente en este momento estás pensando en un listado de cosas que te vienen a la mente: dar sombra, sostener el suelo para que no erosione… y tienes razón; pero si lo miramos en sí mismo, desde dentro y entendemos lo que sucede en él descubrimos lo prolijo de su finalidad, esencialmente ligada a la vida, la producción de oxígeno. Si… claro que también (dependiendo de la especie) dar fruto; pero fundamentalmente, los vegetales, captan los nutrientes del suelo y, como parte del proceso de fotosíntesis absorben dióxido de carbono, generando oxígeno, elemento esencial para la vida.

¿Qué hace el ser humano?

Instrumentaliza el árbol, es decir, lo usa, le cambia finalidad.

Puede tomar la madera del árbol y hacer obras de arte, construir viviendas, utensilios, puertas, sillas, mesas, juguetes; sostener puentes, reducirlo a palillos mondadientes… puede procesarlo y hacer papel y con él libros o, simplemente, utilizarlo como alimento para la hoguera.

Si. Cuando se cambia la finalidad de algo -de una cosa- se la instrumentaliza.

Cuando vemos o determinamos un fin, buscamos los medios necesarios para alcanzarlo. ¿No solemos escuchar por ahí que el fin justifica los medios?

Pues, cuando se trata de una relación entre un sujeto y objetos no tenemos ningún problema en entenderlo, aceptarlo y aplaudirlo. La tecnología se ha desarrollado gracias a esta inteligencia, es decir, gracias a la capacidad de comprender, relacionar y utilizar el conocimiento.

Solo que hay un pequeño detalle.

Solemos traspasar esta relación instrumental (entre sujeto y objeto) a las relaciones entre personas (que son, todas, sujetos). Sin querer, o queriendo, utilizamos a las personas “para”.

Incluso, a veces, llamamos (a esa relación) amor (o amistad).

¿Por qué estás con él (o ella)?

– Porque cuando estoy con él lo paso de maravillas, se me olvidan todas las penas.
– Porque me hace feliz.
– Porque me hace sentir segura.
– Porque cuando estoy a su lado voy de la tierra a la luna en segundos.
– Porque con ella estudio.
– Porque me pasan cosas con ella. …

En fin… ante una necesidad, utilizas a esa persona “para”.

Claro, cuando se ha colmado esa necesidad ya no la necesitas y la cambias por otra. Incluso oímos decir… “es que ya no te quiero” o, simplemente, “se acabó el amor”… En realidad sólo estabas utilizando a la otra persona. (del amor hablaremos más adelante)

Cuando se trata de objetos no hay problema, cuando se trata de animales, ponemos ciertos reparos… pero cuando se trata de personas... esa relación ya no es entre sujetos: redujiste "al otro" a nivel de cosa y eso es inadmisible ya que el ser humano es un sujeto (2).

Pero hay un tipo de relación que merece ser analizada: SUJETO – SUJETO…

© Marco Antonio Bellott P.
Abril, 2008


domingo, 13 de abril de 2008

Intersubjetividad (parte I)

Cada día estamos más acostumbrados a términos como interactivo, interacción, red, redes sociales, Net, Internet, Web, Web 2.0 y otros que se refieren a la posibilidad de establecer relaciones, ya sea en espacios virtuales, sociales o de persona a persona.

Si miramos a nuestro alrededor quizá no nos demos cuenta, a simple vista, que se producen interacciones constantemente: interactuamos con el aire que respiramos o que roza nuestra piel; pero no solo nosotros, también animales, plantas, construcciones, obras de arte, la piedra en un jardín, el aire y la humedad ambiental. Existe interacción con la radiación solar, con el tiempo (y la lista podría continuar casi indefinidamente) aun si nuestros sentidos no nos llaman la atención sobre ello, aun si no lo percibimos.

Evidentemente, hay que diferenciar entre interacciones. Por ejemplo, no se puede comparar la interacción producida por una silla de montar en la espalda de un caballo, con la misma silla colocada sobre una piedra o un cerco de madera. Una piedra lanzada hacia la frente de una persona y la misma piedra sobre el césped.

Claramente se dan acciones entre objetos, de unos con otros o sobre otro; pero las consecuencias (o si prefieres, reacciones) son muy diferentes. Me detendré a analizar un tipo de relaciones muy particulares y únicas. Relaciones que se dan sólo entre personas (ya sean humanas o espirituales).

OBJETO --- OBJETO

La piedra está sobre el césped, el aire, el calor del sol, la humedad, la noche, interactúan con la piedra, hay lugares donde las piedras se quiebran por el cambio de temperaturas entre el día y la noche, otros donde la humedad es tan alta que sobre ella crecen líquenes o musgo; el césped que está por debajo de la piedra se pone amarillento porque no puede generar clorofila. Las piedras en el camino están ahí, las personas que pasan a su lado quizá las pisan o desplazan hacia un costado del camino pero mientras no produzcan malestar al caminante lo más probable es que ni se dé cuenta de las piedras que pisa o patea.

¿Qué sucede cuando este tipo de relaciones se dan entre las personas, entre seres humanos?

Pues si, parece que la indiferencia marca este tipo de relaciones: la piedra no necesita darse cuenta del césped, ni el zapato de la piedra, ni la radiación del sol sobre el entorno. Pero cuando caminamos entre “gentes” totalmente desconocidas, por las avenidas, en coches de servicio público, en el metro… si por una de esas casualidades nos topamos con alguien, si tienes suerte te dice “disculpa” o si tu le pides disculpas quizá tengas suerte y encontrarás alguna amable respuesta o quizá un sonrisa; lo más probable es que la indiferencia marque ese espacio de tiempo, en esa instantánea relación.

Las relaciones entre seres humanos, marcadas por la indiferencia en las que no existe el otro, en las que cada uno es un número más añadido a la estadística o a los cálculos económicos; donde no importa quien sino cuanto es un tipo de relación que degrada al ser humano al nivel de objeto, de cosa: está ahí.

SUJETO --- OBJETO (...)

© Marco Antonio Bellott
abril, 2008