jueves, 24 de abril de 2008

Intersubjetividad (parte II)

SUJETO --- OBJETO

En este mundo de interacciones hay otra que también tiene cierta particularidad y supone una inteligencia: la instrumental, es decir, la capacidad de entender la relación de causa y efecto producida por una determinada interacción.

El sujeto, siempre, será aquel que vea, descubra, entienda (1) el uso que puede dar a un determinado objeto. Por lo mismo, el objeto será aquello que es utilizado para un determinado fin. Estamos ante una relación instrumental. El objeto es el instrumento.

El sujeto, en cambio, es quien entenderá las distintas relaciones de causa y efecto hasta el punto de cambiar la finalidad de determinados objetos, a fin de establecer una relación instrumental entre él y el objeto.

Por ejemplo, ¿Cuál es la finalidad de un árbol?

Seguramente en este momento estás pensando en un listado de cosas que te vienen a la mente: dar sombra, sostener el suelo para que no erosione… y tienes razón; pero si lo miramos en sí mismo, desde dentro y entendemos lo que sucede en él descubrimos lo prolijo de su finalidad, esencialmente ligada a la vida, la producción de oxígeno. Si… claro que también (dependiendo de la especie) dar fruto; pero fundamentalmente, los vegetales, captan los nutrientes del suelo y, como parte del proceso de fotosíntesis absorben dióxido de carbono, generando oxígeno, elemento esencial para la vida.

¿Qué hace el ser humano?

Instrumentaliza el árbol, es decir, lo usa, le cambia finalidad.

Puede tomar la madera del árbol y hacer obras de arte, construir viviendas, utensilios, puertas, sillas, mesas, juguetes; sostener puentes, reducirlo a palillos mondadientes… puede procesarlo y hacer papel y con él libros o, simplemente, utilizarlo como alimento para la hoguera.

Si. Cuando se cambia la finalidad de algo -de una cosa- se la instrumentaliza.

Cuando vemos o determinamos un fin, buscamos los medios necesarios para alcanzarlo. ¿No solemos escuchar por ahí que el fin justifica los medios?

Pues, cuando se trata de una relación entre un sujeto y objetos no tenemos ningún problema en entenderlo, aceptarlo y aplaudirlo. La tecnología se ha desarrollado gracias a esta inteligencia, es decir, gracias a la capacidad de comprender, relacionar y utilizar el conocimiento.

Solo que hay un pequeño detalle.

Solemos traspasar esta relación instrumental (entre sujeto y objeto) a las relaciones entre personas (que son, todas, sujetos). Sin querer, o queriendo, utilizamos a las personas “para”.

Incluso, a veces, llamamos (a esa relación) amor (o amistad).

¿Por qué estás con él (o ella)?

– Porque cuando estoy con él lo paso de maravillas, se me olvidan todas las penas.
– Porque me hace feliz.
– Porque me hace sentir segura.
– Porque cuando estoy a su lado voy de la tierra a la luna en segundos.
– Porque con ella estudio.
– Porque me pasan cosas con ella. …

En fin… ante una necesidad, utilizas a esa persona “para”.

Claro, cuando se ha colmado esa necesidad ya no la necesitas y la cambias por otra. Incluso oímos decir… “es que ya no te quiero” o, simplemente, “se acabó el amor”… En realidad sólo estabas utilizando a la otra persona. (del amor hablaremos más adelante)

Cuando se trata de objetos no hay problema, cuando se trata de animales, ponemos ciertos reparos… pero cuando se trata de personas... esa relación ya no es entre sujetos: redujiste "al otro" a nivel de cosa y eso es inadmisible ya que el ser humano es un sujeto (2).

Pero hay un tipo de relación que merece ser analizada: SUJETO – SUJETO…

© Marco Antonio Bellott P.
Abril, 2008


domingo, 13 de abril de 2008

Intersubjetividad (parte I)

Cada día estamos más acostumbrados a términos como interactivo, interacción, red, redes sociales, Net, Internet, Web, Web 2.0 y otros que se refieren a la posibilidad de establecer relaciones, ya sea en espacios virtuales, sociales o de persona a persona.

Si miramos a nuestro alrededor quizá no nos demos cuenta, a simple vista, que se producen interacciones constantemente: interactuamos con el aire que respiramos o que roza nuestra piel; pero no solo nosotros, también animales, plantas, construcciones, obras de arte, la piedra en un jardín, el aire y la humedad ambiental. Existe interacción con la radiación solar, con el tiempo (y la lista podría continuar casi indefinidamente) aun si nuestros sentidos no nos llaman la atención sobre ello, aun si no lo percibimos.

Evidentemente, hay que diferenciar entre interacciones. Por ejemplo, no se puede comparar la interacción producida por una silla de montar en la espalda de un caballo, con la misma silla colocada sobre una piedra o un cerco de madera. Una piedra lanzada hacia la frente de una persona y la misma piedra sobre el césped.

Claramente se dan acciones entre objetos, de unos con otros o sobre otro; pero las consecuencias (o si prefieres, reacciones) son muy diferentes. Me detendré a analizar un tipo de relaciones muy particulares y únicas. Relaciones que se dan sólo entre personas (ya sean humanas o espirituales).

OBJETO --- OBJETO

La piedra está sobre el césped, el aire, el calor del sol, la humedad, la noche, interactúan con la piedra, hay lugares donde las piedras se quiebran por el cambio de temperaturas entre el día y la noche, otros donde la humedad es tan alta que sobre ella crecen líquenes o musgo; el césped que está por debajo de la piedra se pone amarillento porque no puede generar clorofila. Las piedras en el camino están ahí, las personas que pasan a su lado quizá las pisan o desplazan hacia un costado del camino pero mientras no produzcan malestar al caminante lo más probable es que ni se dé cuenta de las piedras que pisa o patea.

¿Qué sucede cuando este tipo de relaciones se dan entre las personas, entre seres humanos?

Pues si, parece que la indiferencia marca este tipo de relaciones: la piedra no necesita darse cuenta del césped, ni el zapato de la piedra, ni la radiación del sol sobre el entorno. Pero cuando caminamos entre “gentes” totalmente desconocidas, por las avenidas, en coches de servicio público, en el metro… si por una de esas casualidades nos topamos con alguien, si tienes suerte te dice “disculpa” o si tu le pides disculpas quizá tengas suerte y encontrarás alguna amable respuesta o quizá un sonrisa; lo más probable es que la indiferencia marque ese espacio de tiempo, en esa instantánea relación.

Las relaciones entre seres humanos, marcadas por la indiferencia en las que no existe el otro, en las que cada uno es un número más añadido a la estadística o a los cálculos económicos; donde no importa quien sino cuanto es un tipo de relación que degrada al ser humano al nivel de objeto, de cosa: está ahí.

SUJETO --- OBJETO (...)

© Marco Antonio Bellott
abril, 2008