miércoles, 26 de agosto de 2009

Creador

Dicen que por la boca muere el pez. ¿qué dice de una persona escucharle decir que el hijo que tiene no fue planificado o que no fue querido o... peor... que fue un accidente?
Cada niño que nace es un éxito de la naturaleza, fruto de una arquitectura e ingeniería que rayan la perfección. El espermatozoide más fuerte, más veloz, más sano, llega al óvulo y lo fecunda: ¡un éxito de la naturaleza!
Si, un éxito de la naturaleza; pero también un acto divino. Dios crea al hombre.
la naturaleza sólo da lo que puede dar y lo que da está enmarcado en el aquí y en el ahora, es medible, es cuantificable... mientras que el ser humano siendo todo eso va más allá de esos límites, los trasciende. Trasciende los límites materiales con su pensamiento, con su libertad, con la capacidad de autodeterminarse, de proyectarse, de mirar la propia vida y querer mejorarla, con la capacidad de valorar lo que le rodea y a sí mismo.

Sí.
Soy... eres... somos... frutos de un acto deliberado del amor de Dios.

Dios quiere que vivamos, nos llama a la vida simplemente por amor, no pide nada a cambio, no espera nada a cambio. Me ama incondicionalmente. Es mi padre.

Dios, el todopoderoso, es mi Padre y me ama.
Dios, el todopoderoso, es mi Padre y acompaña mi caminar.
Dios, el todopoderoso, es mi Padre y, conociéndome desde dentro, me propone caminos de realización personal.
Dios, el todopoderoso, es mi Padre y espera cuando no quiero escucharlo, mirarlo o, simplemente, cuando ignoro su presencia.

Dios es mi Padre, creador, sostenedor, amor providente. Yo no podría existir si Él decidiese quitarme la vida. Por lo mismo, el acto creador no es un acto de un momento, sino es un acto continuo: Dios sostiene, alienta mi vida... y porque me ama no se arrepiente, ni se rinde, DA LA VIDA.

Por eso, la misma muerte no es un punto final, es una coma... continúa...
Por eso, cada día que pasa estamos más cerca a nuestra resurrección... PORQUE HEMOS SIDO LLAMADOS A UNA VIDA EN PLENITUD.

Si soy creatura, seguro que encuentro mi camino de realización de cara a Dios, encuentro en Él la plenitud... encuentro en Él la fuente de mi alegría. Sí, Dios es mi Padre, me ama y es mi Señor.

"Hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creido en él" (1 Jn 4, 16)

viernes, 21 de agosto de 2009

A las puertas del cielo

El Dios puente.

¿Creer o no creer?
Toma. Come. Éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre. El Dios-con-nosotros se hace punto de encuentro: El hombre se encuentra con Dios, Dios se encuentra con el hombre. Yo, sin perder mi personalidad, mi historia, con mis luchas y pecados, limpio aunque no impecable... yo, ingreso en la inmensidad de Dios y Dios se hace uno conmigo y en Él estoy unido a ti... más íntimo que la cercanía corporal, más íntimo que compartir sentimientos, emociones, pensamientos, amistad.

Este es mi cuerpo es una manera de decir éste soy Yo: el Jesús que caminó por las calles de Jerusalén, el Jesús a quien gustaba comer con amigos, el Jesús de Nazareth que hacía sentir bien a quienes eran desaprobados ya sea por sus costumbres o simplemente por prejuicios, ese Jesús que nació en Belén que sanó a tantos y no a todos, ese Jesús, nacido de mujer, que pasó por lo dolores de la flagelación y de la cruz, el que resucitó... Ese es quien afirma: "esto es mi cuerpo, esta es mi sangre".

Cuando estoy frente a ese pedazo de pan, después de la consagración... estoy frente a Dios, de rodillas frente a Dios; pero también de pie frente a Dios porque su siervo soy pero, en Cristo, también, su hijo y amigo soy.

Ahí está Él, que viene a mi encuentro y, al mismo tiempo, espera que yo me acerque.

Ahí está Él, como puente de encuentro, como puerta del cielo donde el universo entero se encuentra adorando a Dios y Él... se acerca... todopoderoso... sin hacer alarde de su poder; más bien, haciéndose comida.
No me pide nada a cambio, sólo se acerca colmado de amor misericordioso esperando que yo dé mi primer paso para gozar de la abundante misericordia de su amor.
¿Puedo, acaso negarme a tanto bien?

Parece absurdo, sin embargo muchas... muchas veces... por falsos temores, por sentimientos de culpabilidad infundados, por remordimientos insanos, quizá hasta por el afán de autocastigarnos, rechazamos su abrazo misericordioso.

Ahí está Él, Dios, tendiéndome la mano, mirando dentro de mí, amándome sin restricciones, haciéndome suyo totalmente hasta hacerse una carne conmigo.