sábado, 8 de diciembre de 2007

Buscando soles

Cuando era adolescente me encantaba leer un comic que aparecía en un periódico local, no recuerdo su nombre; pero trataba de un hombre de los primeros tiempos (puedes imaginarte a alguien parecido al “Tarzán de los monos”, así… semidesnudo, cubierto con un taparrabos) que vivía en un agradable lugar. Un día decidió dejar su suelo, su clan, para alcanzar el sol. No tengo presente el motivo que dio inicio a esa travesía pero comenzó a correr tras horizontes; siempre siguiéndole el rastro al sol. Conoció nuevos lugares, distintas culturas, corrió peligros, se enfrentó a creencias nuevas, aprendió diferentes formas de alimentarse, sobrevivir y comunicarse. Después de muchas travesías llegó al mar. Eso no lo detuvo, aunque realmente fue un problema.

¿El final? Ya no lo recuerdo; pero creo que encontró a alguien a quien amar…


La capacidad del ser humano de salir de si mismo, proyectarse y plantearse metas, buscar nuevos horizontes… mirar atrás y, sin dejar de lado el presente, plantearse escenarios posibles... La capacidad de plantearse desafíos y buscar caminos de solución, de aprender y, exponencialmente, utilizar conocimientos aprehendidos para desarrollar tecnología. Hablan de otra dimensión esencial de la persona humana (recordemos que la corporeidad es la otra dimensión analizada).

El ser humano quiere -busca- ir más allá de sus propias limitaciones.
Por cierto, la corporeidad es uno de los factores de las limitaciones humanas (no podemos evitar recordar que, en el cuerpo, estamos circunscritos a las coordenadas de espacio y tiempo: vivimos dentro de los límites del aquí y el ahora, en este tiempo y en este espacio. Aun así continuamente queremos trascenderlos). Estás allí, sentado en tu lugar de trabajo pero trasciendes el espacio y piensas en la persona amada, te diriges a ella o viajas al pasado, hurgas en tus recuerdos o miras hacia el futuro.

La misma sexualidad humana trasciende las sensaciones corporales, convirtiendo unos instantes de placer en explosiones orgásmicas. Haciendo del contacto físico un encuentro personal.

Esto (poder ir más allá de lo físico, de lo orgánico)… la naturaleza física no la da, en ella todo es regido por leyes físico-químicas o instintivas… No hay espacio para la trascendencia.

Un ejemplo. En la adolescencia, cuando despertamos a la explosión genital (recordemos que genital tiene que ver con origen de vida), no existe la claridad suficiente para diferenciar entre placer autoerótico y encuentro de pareja. Solamente y a medida que nos abrimos a la vida de otras personas y vamos aprendiendo, en un camino de enamoramientos, el significado del amor, vemos a la persona, ¡a la otra persona!, no como un objeto de placer sino como sujeto: alguien a quien amo, con nombre y apellido, con rostro e historia personal, con límites y aspiraciones.

Sí. ¡Somos tremendamente limitados!
El resto de animales nos supera en capacidades físicas: órganos sensoriales más precisos, casi perfectos. Estructura corporal específica que supera a la del ser humano, sistema reproductor eficiente… etcétera, etcétera, etcétera.

¡Pero superamos esas limitaciones!
El ser humano supera cada una de esas limitaciones con su inventiva (ha creado instrumentos tecnológicos que colaboran a mejorar su calidad de vida: sociedades, leyes, lentes, audífonos, medios de comunicación, vehículos terrestres, aéreos y acuáticos –la lista de creaciones humanas podría ser casi interminable-), con esa capacidad de mirar más allá: es un ser trascendente. No tiene trascendencia. Es un ser trascendente.

Los demás animales, incluso los que desarrollan algún tipo de aprendizaje o tienen algún tipo de vida social, están limitados por su programación instintiva, por su adaptación evolutiva dentro de una finalidad orgánica: son seres acabados –perfectos para esa vida, para ese contexto–, nacen y están listos para la vida. EL SER HUMANO NO. Nace prematuro, sin estar listo para la vida; su mismo cuerpo aun no ha terminado de formar huesos, el cráneo no se ha cerrado (por ejemplo), necesitará varios años para estar listo a la vida, precisará un entorno familiar que lo proteja, alimente, enseñe los instrumentos necesarios para vivir en sociedad y, aun así, nunca será un ser acabado, siempre seguirá construyéndose, definiéndose o, mejor, redefiniéndose.

¡Quién dijo que al nacer ya somos!

Vamos siendo. Desde el momento en que el óvulo es fecundado y en el momento de encontrarnos con la muerte. Vamos siendo.

Incluso, ante la muerte, sentimos la necesidad de trascenderla: de permanecer en el tiempo. Esta necesidad tuvo ciertas expresiones históricas: el hombre quiso proyectarse en el tiempo en los hijos, en la descendencia, pensando que en ellos viviría; quiso proyectarse en sus obras para permanecer en el recuerdo de “las gentes”. Ni la descendencia ni las obras sacian la sed de cruzar las limitaciones temporales del ser humano. Pero las trasciende.

Con la muerte la persona humana no se acaba (pero eso será tema de otra conversación).

¿Cómo es que puede trascender a los límites propios de la corporeidad, siendo que el cuerpo no es un accesorio sino una dimensión esencial?

Dejémoslo para la siguiente vez.

Marco Antonio Bellott P.
© 8-12-2007.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Fuera de contexto

Los días pasados ha dado la vuelta al mundo la demanda "¿por que no te callas?" del rey de España, don Juan Carlos I y observando noticias o comentarios o blogs, sobre ello, uno se da cuenta de la diversidad de opiniones que se generan, especialmente a partir de una frase sin contexto, descontextualizada. Si hasta pareciera que el prepotente es el rey. Cuando, en realidad, es la exclamación de aquel que llegó al límite con los exabruptos de alguien que se educó en las mejores escuelas del autoritarismo.

Pero no me interesa charlar sobre eso, simplemente me sirve de ejemplo porque ¡muchas veces! sacamos de contexto al hombre, a la persona humana y se tocan temas humanos pero descontextualizados. Es como si definiéramos un beso como una yuxtaposición de los músculos orbiculares de la boca o como intercambio de fluidos. Fisiológicamente hablando estaría correcto; pero inmediatamente nos damos cuenta que esa definición no explica lo que es el beso, ya que los significados que genera, las sensaciones y los sentimientos que provoca y el tipo de reacciones humanas que causa superan, por mucho, esa definición fisiológica.

Es que lo fisiológico está ligado al cuerpo, está sujeto a las leyes físico-químicas, se refiere a un aquí y a un ahora (dentro de las coordenadas de tiempo y espacio). El ser humano es, también cuerpo, es también corporeidad. Digo "es" y no "tiene". Se tiene un libro en la mano y se lo deja... no por ello deja de ser la misma persona; se tiene un pantalón, me lo pongo y me lo quito y sigo siendo el mismo. Quítame el cuerpo... dejo de ser quien soy.

Sin la corporeidad no se entendería al ser humano: sería ridículo hablar de sexualidad humana o de luchar por derechos sexuales y reproductivos. ¿Para qué cuidar la salud del cuerpo si solo es un accesorio?, ¿Qué sentido tendría enamorarse de la mirada de alguien, si ella (la mirada) no la representa?; el sonido de la palabra, la voz humana ¿solo un accesorio? ¡Tan personalizado, tan distinto, tan único! ¿solo un accesorio?; ¿para qué acariciar? sería algo parecido a sujetar una muñeca, acariciarla, besarla, tomarla, dejarla, volver a jugar, siempre lista para mis juegos; pero sin jamás hallar correspondencia... es solo cuerpo, es solo materia. ¡Claro, podrías objetar que la diferencia está en que la muñeca es un objeto sin vida y el cuerpo tiene vida! y, a este punto, te sugiero que leas mi artículo del mes pasado, los párrafos sobre "la vida" (para no volver sobre el tema).

Es que el cuerpo no es una cosa (objeto) que se tiene. La corporeidad es una dimensión esencial del ser humano, lo explica, "manifiesta lo que de él no vemos". Nos manifestamos en él, somos y existimos corpóreamente, sin él no somos.

No hay nada que el ser humano haga que no pase por el cuerpo. No hay ninguna manifestación humana que no pase por la corporeidad. ¡Piénsalo!

¡El pensamiento! ¡Lo hallé!...

¿Te has puesto a pensar cómo pensamos? Pensamos con imágenes, pensamos con palabras. Las mismas ideas, que son totalmente incorpóreas, para ser pensadas por nosotros necesitan que les demos forma o les pongamos palabras, conceptos.

Hasta los estudios de la psicología del aprendizaje ya han demostrado que cuando se estimula psicomotricidad (el movimiento de los músculos y sus capacidades) en los niños se están estimulando capacidades del pensamiento; que cuando se acaricia a un bebé, esa forma de contacto corporal le está enseñando a amar y a sentirse amado.

Si. No tenemos un cuerpo, somos seres corpóreos.

Por eso es aberrante que cuando se habla de derechos sexuales y reproductivos se reduzca el ser humano a sensaciones, fluidos y procreación.

Los animales están pre-programados a un comportamiento sexual procreativo, movidos por olores (periodos de celo) y fluidos. La sexualidad animal está determinada a la mantención de la especie, por eso procrean y no pueden dejar de hacerlo, dentro de su sistema instintivo, a fin de generar un nuevo animal fuerte y saludable, para sobrevivir (los débiles y enfermos no procrean).

Lo mismo podríamos decir de toda aquella ideología o creencia religiosa que quita valor al cuerpo, a la corporeidad, esperando que llegue la muerte para "liberarse de estos males".

Evidentemente, la corporeidad no es la única dimensión del ser humano: no explica todo cuanto somos; pero, de eso, conversaremos más adelante.

Marco Antonio Bellott P.
© 24-11-2007

viernes, 26 de octubre de 2007

¿Paternidad responsable o planificación familiar?

Marco Antonio Bellott Pabón

Introducción

De un miedo irracional hacia la superpoblación de nuestro planeta han surgido diferentes teorías de planificación familiar que, de una u otra manera, buscan que los papás y mamás “decidan” sobre la cantidad de hijos que deben o quieren traer al mundo.
Expresiones como “la maternidad es una decisión tuya” expresan los sentimientos que acompañan diferentes tipos de campañas de planificación familiar o luchas por la equidad de género[1].
¿No se han preguntado, alguna vez, si realmente es fácil fecundar un óvulo de tal manera que una mujer quede embarazada? ¿Cuántas parejas que llevan ¡años de compartir sus vidas!, han intentado de todo un poco para tener un hijo y no lo han conseguido? ¿Cuántos adolescentes, a la “primera vez”, producen un embarazo? Y otros ¡nunca!

¿Qué es la vida y... la vida humana?, ¿cuánto tiempo es fecundo un óvulo?, ¿cuál es la diferencia entre planificar y ser responsable?, ¿la finalidad del amor es la procreación o la fecundidad?

Definitivamente en estas líneas trataré de esbozar algunas respuestas a estos interrogantes, espero que sean para tu bien.
La vida humana, una fuerza insospechada, incontenible.

La vida humana se entiende a partir de la vida; pero al mismo tiempo la sobrepasa, con incalculable fuerza de realización.

Cuando pensamos en el origen de la vida, de cualquier vida, la historia y el pensamiento nos llevan a la célula, organismo compuesto por aminoácidos[2] ¿qué es la vida, entonces?, ¿la sólo suma de elementos materiales pueden llegar a constituir el principio de la vida?

¡Cuánto vigor ha desplegado esta célula que, con precisión, llegó a diferenciarse en funciones específicas: piénsese en células especializadas en realizar funciones digestivas o excretoras, que llevan y reciben información, que se protegen de organismos extraños, que asimilan elementos y producen otros nuevos, necesarios para el mantenimiento de la vida, o que han llegado a conformar realidades diversas: vegetales (árboles, plantas, flores, hojas, raíces, ramas, troncos, frutos,...) o animales unicelulares, pluricelulares (vertebrados, invertebrados terrestres, acuáticos, que sobrevuelan por los aires, bípedos, cuadrúpedos, que reptan, etc., etc.) o insectos –otro éxito de la evolución–.

Definitivamente sí, la vida es una potencia que desde que comenzó ha desencadenado un poder insospechado e incontenible de realización, tanto que llegó a constituir al ser humano, parte de todo este mundo vital pero, al mismo tiempo, distinto.

Como la célula, que forma parte del mundo material inerte pero lo sobrepasa; la vida humana, deficitaria respecto a otros seres vivos, ha logrado superar estos déficits y sobreponerse a la naturaleza misma, cosa que no podría hacerlo desde las mismas dimensiones espacio-temporales: necesariamente la vida humana está conformada por otra dimensión que no es y al mismo tiempo supera la materia, la vida material.

¿Qué es lo que sostiene la vida a partir de puros elementos materiales, sin vida?, ¿Qué es lo que sostiene la vida inmaterial y trascendente del ser humano a partir de puros elementos vitales materiales?

Tiene que haber un principio distinto, no observable a primera vista ya que nada ni nadie produce lo que no tiene, porque los efectos no superan a la causa ya que son intrínsecamente dependientes; entonces el principio, la causa, no es la observable.

Todo habla de un principio inmaterial (podríamos llamarle espiritual) que es vital y que parece ser inagotable; ya que es absurdo que tanto esfuerzo termine.

Theillard de Chardin, cuando habla de la irrupción del hombre en este proceso vital, explica la necesaria emergencia de la “conciencia de sí” a partir de una compleja organización celular que ha permitido surja la conciencia, la cual necesariamente precisa de otros seres humanos para su desarrollo. Células altamente organizadas que han proporcionado lo necesario para el perfeccionamiento encefálico (los mamíferos son los que han logrado los más altos niveles de complejificación celular, al respecto) pero que por sí solas no pueden llevar al desarrollo de la conciencia personal, cosa imprescindible para la aparición de los primeros humanos.

Del mismo modo poco puede hacer el hombre respecto al origen de la vida y... sin embargo... el mismo hombre puede detener esta fuerza imparable e inagotable.

El óvulo y el espermatozoide, principios de vida, sólo pueden poco.

A partir de una célula comienza la maravillosa aventura de la biogénesis. La vida humana comienza en este también fascinante principio: necesita de una célula. Célula que contiene toda la información genética necesaria para llegar al ser humano en un asombroso proceso de realización continua.

Para que se inicie este admirable proceso, un óvulo y un espermatozoide (al menos) deben unirse.

¿De qué se componen el óvulo y el espermatozoide?

De aminoácidos, proteínas, minerales, con la particularidad de tener sólo la mitad de la información cromosómica, la otra mitad la tiene el otro. Nuevamente... minerales, aminoácidos, proteínas,... compuestos inorgánicos que sostienen a un organismo vivo que se desarrolla sin la intervención necesaria del ser humano. Vida que irrumpe en la vida de otros y nos saca de la indiferencia, llamándonos a una reverente actitud de acogida.

¿Cuánto tiempo puede, el óvulo, recibir un espermatozoide para, unidos, conformar la primera célula del origen de la vida humana?

¿De cuánto tiempo dispone, el espermatozoide, para fecundar el óvulo?

Un espermatozoide llega a vivir, y en condiciones propicias, 72 horas fuera de las gónadas[3], mientras que un óvulo maduro[4] tiene 24 horas de vida, algunos autores hablan de hasta 12 horas; tiempo que viene acompañado por una inusual excitación del organismo de la mujer, que se manifiesta con la elevación de la temperatura corporal, mayor secreción de mucosa vaginal, en espera del coito, aumento del deseo sexual.

¿Qué son 12 o 24 horas frente a 648 en las que es imposible fecundar un óvulo?

Cuanta información maliciosa[5] quiere mostrar la ineficacia de métodos anticonceptivos que siguen el ciclo natural de fecundación del óvulo; llama aun más la atención cuando productos como la “Píldora” siguen este ciclo y basan su eficacia en seguir “al pie de la letra” ese calendario. Si la píldora[6] es tan eficaz (los estudios mencionan un 98% de eficacia) y se basa en el ciclo natural de fecundación del óvulo, ¿cómo puede ser que a los métodos de anticoncepción natural le den, apenas, un 25 a 40% de eficacia? Lo que sucede es que tanto la mujer como su pareja conocen poco sobre sus propios ciclos, conocen poco sobre sus propios cuerpos.

¡Qué importante que ambos, dentro de todas las posibilidades de conocimiento que pueden desarrollar, también posibiliten este descubrimiento, este encuentro dialógico!

¿Planificación o responsabilidad?

Como parte de este diálogo las parejas pueden decidir cuantos hijos quieren traer al mundo e, incluso, planificar los “cuandos”[7]. La verdad es que esta planificación es muy útil hasta para la salud de la mujer: no obstante la responsabilidad inherente a la paternidad incluye cantidades, seguridad emocional, seguridad económica, tiempo de dedicación a los hijos y a la pareja,...

Planificar puede ser un acto frío de economía familiar[8], mientras que responsabilidad es la expresión libre de quien asume el compromiso de ser padre o madre; el compromiso de educar a los hijos, de prepararlos para la vida, el compromiso de ayudarles a desarrollar esas capacidades que vienen inscritas en su información genética y que son expresión de un continuo en el tiempo, aunque nuestra estructura mental enmarcada en las coordenadas del espacio y del tiempo nos condicionen a enmarcar el desarrollo en momentos específicos. Una responsabilidad que toma en cuenta la diferencia de tener cuantos hijos lleguen; aunque sea que les asegure hambre o violencia familiar.

Los niños y mi pareja tienen derecho a tener un ambiente sano, estable, que favorezca su realización personal. Sólo unos padres que toman con responsabilidad el deseo y la voluntad de ser padres asegura un ambiente de amor[9] ya que nunca desarrollará el sentimiento aquel del “mi hijo no es querido” o “ha sido un accidente” ya que, aún cuando el hijo o hija no haya sido planificado, ¡nunca será un accidente!, será fruto del éxito del proceso de la vida, el éxito de millones de posibilidades en las que sólo uno es el ganador y, gratuitamente, sólo ese uno llegará a desarrollar en una persona humana, ya que desde el principio tendrá toda la información para llegar a ser (a menos que el mismo hombre detenga el proceso) una persona humana.

¿Tener hijos? o ¿ser fecundos?

Sí, tener hijos es parte de un acto pro-creador, co-creador que está atado al hecho de “tener vida y tenerla en abundancia”; no puede limitarse a la procreación; es un acto continuo en el tiempo que se vuelve fecundo por que desarrolla vida, prepara para la vida, sostiene la vida, orienta la vida, acompaña la vida, necesita de la vida.

Por eso la paternidad es una acción fecunda, más que un acto procreativo; porque la procreación se completa en el nacimiento o hasta los primeros años de vida: los animales procrean, la mayoría de las especies animales, al nacer, son totalmente independientes de sus padres, algunas necesitan de la protección de sus progenitores (hembra o macho) por algún tiempo; pero en su información genética tienen lo necesario para sobrevivir; poco aportan sus padres en el mejoramiento de su “calidad de vida”. En cambio el ser humano necesita de sus padres no sólo para la supervivencia inmediata; sino para poder subsistir en sociedades, para sobre-ponerse al instinto y desarrollar humanidad, para crear cultura, para ser portadores de más vida.

¡Cuantas veces, el hombre, olvidándose de su ser fecundo se limita a procrear y termina dejando al hombre a su suerte... y termina... llevando al hombre a la creación de culturas de muerte... culturas de luchas entre hermanos...

Para finalizar

Planificación familiar y paternidad responsable parecen conceptos que representan lo mismo; sin embargo, y en todo caso, son conceptos que se complementan y no mutuamente.

El concepto de Planificación Familiar puede reducirse al número de hijos que “queremos o no queremos” tener; aunque lo segundo tiene mayor gravedad porque permite espacios de desarrollo a una cultura de muerte: abre la posibilidad de matar cuando quien viene no es querido: cuando no ha sido planificado. Cosa que da pie o a abortos[10] o a violencia familiar ya que consciente o inconscientemente el hijo que nacerá será un hijo no deseado: afectará la economía del hogar, será una boca más que alimentar,...

El concepto de Paternidad Responsable supone un mínimo de planificación, es decir, tiene que tener en cuenta la cantidad de hijos que la familia puede mantener económicamente, la cantidad de hijos que puede atender en un ambiente sano, emocional y afectivo, tomando en cuenta las exigencias de sociedades que, poco más, obligan a ambos padres a trabajar para sobrevivir en ellas, debe tener en cuenta la cantidad de hijos a los que pueden proporcionar una educación que ayude a su autonomía, de cara al futuro, en fin... ¡claro que debe tomar en cuenta una planificación! Pero los hijos que vengan o no vengan serán siempre queridos; serán siempre asumidos como un acto de amor de la pareja conyugal que proyectará su amor en ellos, haciendo, de la familia, no solo un grupo social sino una experiencia educativa de humanidad: permitirán que el ser humano se desarrolle hasta que encuentre su propio camino de realización.


© 2002

[1] No que la equidad de género esté mal; sino que muchas veces se reduce a la defensa de los llamados “derechos sexuales”. Digo los así llamados porque algunos de estos derechos no toman en cuenta características de la dignidad de la mujer que muchas veces están desconectados de los constructos sociales que provocan estas inequidades respecto a lo femenino.

[2] Conformados por elementos como el carbono, hidrógeno, nitrógeno, fósforo,...

[3] Glándulas sexuales que producen espermatozoides u óvulos, es decir, testículos u ovarios, respectivamente.

[4] Es maduro cuando saliendo de la Trompa de Falopio es propicio para ser fecundado.

[5] Maliciosa porque busca manipular un comportamiento para fomentar la venta de determinados productos y, en algunos casos, tergiversar la imagen de la persona del adolescente.

[6] No me refiero a la píldora del día siguiente, ni a la RU-486 que son pastillas abortivas (ya que funcionan una vez que el óvulo ha sido fecundado y, por lo tanto, se ha iniciado el proceso de la vida) provocando la irritación del útero de tal manera que esa célula – huevo no pueda anidar.

[7] ¡Cuantas parejas he conocido que planificaban estos “cuandos” pero no funcionaba, incluso algunas parejas llevaron adelante procesos de inseminación artificial, muchos de sus intentos fracasaron. Los mismos médicos, que saben de la probabilidad del fracaso, implantan más de un óvulo fecundado y algunas veces realizan una cirugía (cerclaje) que cierra el útero para evitar abortos naturales.

[8] Por cierto no inocente ya que detrás de esta supuesta mentalidad de economía familiar existe una mentalidad anticonceptiva. Por eso, cuando no funciona, el hijo que llega, es un hijo no querido, por lo menos así lo llaman: “embarazo no deseado”.

[9] Sobre el amor se dicen y se han dicho muchas cosas, de hecho es una palabra harto manipulada; pero debe quedar claro que el amor no es un sentimiento, como lo cantan o proclaman las canciones de moda; el amor es fuerza que lleva al encuentro del otro, es la fuerza que rompe las barreras de la indiferencia y permite acercarme al otro, al totalmente distinto, es la fuerza que me hace salir de mi propia indiferencia y, descubriendo al otro, permite que me descubra, reafirmando mi personalidad.

[10] Hay distintos grupos que están de acuerdo con el aborto porque no consideran (o no son lo suficientemente conscientes) que se trata de un asesinato, porque se trata de quitarle la vida a un ser humano y, un ser humano que no puede defenderse ante tal crimen.

No se trata de sacarse un quiste o un tumor ya que en esta célula existe toda la información genética necesaria para desarrollar un ser humano; sólo impidiendo su “anidación” se impedirá que suceda eso, es decir, sólo un asesinato impedirá que la persona humana llegue a ser lo que podría ser.

Otros argumentos se refieren a que la mujer gestante tiene derecho a hacer lo que quiera con su cuerpo. Cabe recordar que el cuerpo no es un libro que se puede llevar en la mano y dejarlo cuando se quiera; el cuerpo es constitutivo de la persona, es la exterioridad de quien soy como persona; por lo tanto, de la misma manera que no puedo hacer lo que quiera con mi vida (a quien sobrepaso y no controlo; aunque puedo detenerla) no puedo hacer lo que quiera con mi cuerpo. A eso hay que añadir que esa célula que comienza a desarrollar a una persona humana ya no forma parte del cuerpo de la madre, está en él, necesita de él; pero tiene vida propia, indefensa, totalmente dependiente de la madre; pero propia, ¡tanto que desarrollará su propia consciencia!

martes, 25 de septiembre de 2007

¡Viva el hombre!, ¡Muerte al hombre!

Cuando el grito por defender los derechos humanos se convierte en la condena a muerte del sujeto de esos derechos.


¡Cuantas proclamas! ¡Cuantas marchas y manifestaciones! ¡Cuantas personas realmente comprometidas y cuantas ignorantes de su propia realidad! Tienen en común, exigir el reconocimiento de los derechos del ser humano.

El ser humano es portador de derechos aun si ellos no hubiesen sido legalizados por los países o por convenciones, como La Declaración Universal de los Derechos Humanos. Estos derechos brotan de la realidad esencial de la misma persona humana y, aunque parezca por demás decirlo, de la persona humana viva: exigimos ciertos derechos para las personas que han fallecido porque reconocemos su historicidad y trascendencia. Por ejemplo el respeto de la memoria de un ser querido, un entierro digno, el respeto a su voluntad póstuma, etc.

Solo que ahora se impuso la moda de exigir, como derecho, el tomar la vida del otro, especialmente cuando no haya nadie que pueda reclamar su vida, porque nadie o pocos sabían de su existencia o porque no existe el peligro de que vayan a enterarse de su muerte. Y no estoy hablando de ciertas prácticas andinas en las que se entierran seres humanos junto a los cimientos de construcciones, como tributo a la “pacha mama” o al “tío”.

- ¡Muerte al que atenta contra nuestras costumbres! ¡Queremos que se reconozca nuestro derecho a eliminarlo!

- ¡Muerte a quien nos roba la tranquilidad del sueño! ¡Queremos que se reconozca nuestro derecho a eliminarlo!

- ¡Muerte al que se mete en nuestras vidas, aunque necesite de nuestro apoyo y sustento! ¡Queremos que se reconozca nuestro derecho a eliminarlo!

- ¡Muerte a quien frustra nuestras posibilidades de viajes, mejores ingresos, diversión ilimitada! ¡Queremos que se reconozca nuestro derecho a eliminarlo!

¿Exigirías, como derecho, el poder matar a un bebé de meses de nacido o, incluso, recién nacido o a tu hijo adolescente?

Parece aberrante, ¿no?; pero sí. Un niño, un bebé, un adolescente, rompen nuestras costumbres, cambian intempestivamente lo que solemos hacer, provocan crisis en nuestras vidas; pero los amamos, no los matamos.

Casi siempre los recién nacidos cambian nuestras costumbres nocturnas: llantos, preparar el biberón, cambiar los pañales. Pero a lo largo de la vida pasan cosas similares, por ejemplo haciendo hora para recoger al hijo o hija adolescente de su fiesta, la vela nocturna esperando que regresen a casa los seres queridos; pero no por eso los matamos. Los amamos.

El amor que llega a nuestras vidas, un hijo en el vientre de su madre, un recién nacido en brazos de sus padres, el abuelo o los padres ancianos y desvalidos irrumpen en nuestras vidas, necesitan de nuestro apoyo e incluso sustento; pero no los abandonamos, ni matamos como solución al problema. Los amamos.

¡Cuantos planes y deseos de disfrute!, de por si totalmente justos, ¿cuanto miedo a construir un proyecto de vida juntos o a conformar una comunidad conyugal?, ¡cuantos nacimientos pospuestos porque… “tenemos planes” o “tenemos derecho a una vida” pero aun así no mataríamos a un hijo para poder irnos de paseo o para poder lograr un ascenso laboral o para, simplemente, divertirnos.

Un óvulo fecundado es el inicio del proceso de desarrollo de una vida humana, que no acaba al nacer o cuando se termina la primaria o la secundaria o la universidad, ni siquiera acaba al momento de la muerte. La vida del ser humano es un proceso de continua construcción, un proceso en el que vamos aprendiendo y asumiendo el ser personas humanas.

Evitas que el óvulo fecundado se desarrolle y no interrumpes el embarazo, matas al ser humano con todas y cada una de las posibilidades de realización que tiene por delante.

El amor no mata. El amor se entrega sin exigir la donación de la vida del otro.

Puedo dar mi vida por ti; pero no puedes exigir que dé mi vida por ti. (Martín Buber)

Si. No tenemos derecho a matar al otro, aunque eso solucione nuestros problemas.
Por eso el artículo 3º de la Declaración de los Derechos Humanos proclama que “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, lo que, implícitamente supone el reconocimiento de la obligación de proteger el origen de la vida y su desarrollo.

Sí. El aborto no es un derecho; aunque algunas legislaciones lo hayan reconocido como tal al legalizarlo.


© Marco Antonio Bellott Pabón /septiembre, 2007

sábado, 15 de septiembre de 2007

Bienvenida



Me quiero dar la bienvenida a este espacio, para expresar lo que pienso y siento acerca de cosas que se dicen o hacen y que permanecen anónimas, en el corazón de muchas personas que caminan la jornada con el desánimo de la fatalidad del tiempo o del castigo merecido o con la furia de venganzas silenciosas y anónimas usualmente llamadas clamor de justicia o, simplemente, lucha por los derechos del hombre; proponiendo, al mismo tiempo, su eliminación como una rápida y práctica solución a los problemas del mismo o en pos de conceptos (como sociedad, producción, ganancia de capital, desarrollo, etc., etc.) convertidos en sujeto del mismo sujeto (si... incoherencia... de corazón y de razón)
Lo haré desde la perspectiva de un educador que confía en los jóvenes y que ahora quiere empeñarse en las familias... porque el mañana merece ser mejor que el presente.
Con todo corazón