jueves, 15 de abril de 2010

¿Un mundo mejor? Mejor un mundo bueno


¡que bien nos hace hacernos el bien!
Cuando veo a los chicos y chicas que ingresan a las universidades todos cubiertos de suciedad, descalzos o semidesnudos pidiendo limosna para poder recuperar sus prendas, incluso a algunos felices de pasar por ese momento, me siento incómodo y hasta molesto por que se dejan violar, humillar.
¿Será que los hemos entrenado (educación y familia) a hacer lo que los otros les pedimos, sin reclamar?
¿será que los hemos entrenado a que piensen que no tiene derecho a decir NO cuando quieran decir no o decir si cuando quieran decir si?
Quizá el niño obediente sea el ejemplo de buen estudiante; pero ¿estará aprendiendo a tomar decisiones?
Nosotros mismos, ¿hemos aprendido a dar razones de porqué esperamos que nuestros hijos o estudiantes se comporten de tal o cual manera?
En este momento estoy pensando en la exhortación que hace san Pablo "no se cansen de hacer el bien" (2 Tes 3,13). Resulta que hacer el bien es una decisión personal, es un acto de voluntad, razón y corazón; resultado de nuestra capacidad de entendimiento y pasión. Lo que me lleva a otro punto:
¡Que difícil es educar nuestra voluntad cuando nos acostumbramos a no decidir!

Hacer el bien es un acto de voluntad (incluido obedecer):
"Yo quiero", "hágase en mi según tu palabra" (Mc 14,36; Lc 1,38) son expresiones que el cristiano debiera asumir convirtiéndose en un ícono de aquello.
Jesús, el Señor, pasó haciendo el bien: enseñó, curó, perdonó pecados, miró a los ojos... por todo lado anunció la llegada del Reino (Cfr. Lc 4,43; Mt 4,17)
Así es el Dios que Jesús manifiesta, el Dios empeñado en hacer el bien, en hacerle el bien al hombre, sanarlo-salvarlo... comprometido en la realización personal del ser humano, por eso el hombre tiene en sus manos la posibilidad de realización personal.
Se trata de un Dios que respeta incondicionalmente la libertad del hombre, porque su camino de liberación y realización está en el amor y, el amor, no podría ser sin libertad. "Sean perfectos como es perfecto el Padre, que está en el cielo" (Mt 5,48)

La Pascua, la resurrección, que en estos días seguimos celebrando, es el signo más potente de la victoria del bien.