miércoles, 9 de junio de 2010

Entre forma y formas

Sobre lo que permanece.


"Su comportamiento no es correcto", me dijo.
"Esperábamos de usted mucho más, estamos decepcionados", le dijo.
"¡Por su culpa!" Gritó alguien y quisieron castigarlo.


Era un inadaptado social (no se adaptaba a lo que las normas sociales esperaban fuese un comportamiento social aceptable).

Si el Jesús que caminó por los caminos de Galilea, hace dos mil años, caminase hoy entre nosotros de la misma manera que en esos tiempos, quizá diríamos frases como las anteriores. o, quizá, no le prestaríamos atención para no ser reconocidos como "los de su grupo"... "dime con quien andas y te diré quien eres".

Da la impresión que fuera muy fácil rechazar a quien es distinto y más fácil juzgarlo de acuerdo a las propias costumbres, puntos de vista y expectativas.


"El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra" (Jn 8, 7) ¿te suena?
Las formas, las características, los detalles... es lo que vemos... lo que pasa a través de nuestros sentidos... lo externo... van cambiando, no permanecen, hacen las diferencias...


¿Hay algo que sea más permanente de lo que acostumbramos? (considerando que, incluso, repetimos con frecuencia y con bastante seguridad "nada es para siempre".) Quizá sea que nos vamos acostumbrando a la velocidad con que se dan ciertos cambios que no son naturales como, por ejemplo, las imágenes en televisión que pasan de una escena a otra en milésimas de segundo; pero más allá de eso, todo en nuestro entorno va cambiando.
"Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él." (Jn 4, 16)
El Dios de Jesús viene a nuestro encuentro, su amor y cercanía permanecen, no cambian; pero eso si, ante relaciones injustas tiene predilección por el desvalido.
Su amor permanece entre nosotros, oculto entre formas. se hace don y comida.
Su amor por nosotros es invariable, nos espera y ama con increíble pasión ¿que ganaría con la muerte del pecador?
Esa es la fuerza del amor, un amor que no pide nada a cambio, un amor cuya "fidelidad permanece para siempre. ¡Aleluya!" (Sal 117, 2). Ese amor, esa cercanía... es un factor de cambio; llama a correspondencia. No nos deja indiferentes.
Que las formas y las apariencias no nublen tus sentidos. Descubre la presencia del Resucitado y su Espíritu. que se derrama como lluvia generosa, como cálido rayo de sol, de la misma manera, hagas o no el bien, seas o no cristiano.