Mostrando entradas con la etiqueta Dios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dios. Mostrar todas las entradas

martes, 10 de julio de 2012

Me conoces


El amor conoce y acompaña

Hoy quiero proponerte escuchar (rezar,cantar,danzar) este Salmo (Sal 138, 1-15):
«Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.
¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.
* * *
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.»

¿Donde huir de tu rostro Yahvéh? quizá fuera más fácil que pudiéramos relacionarnos con Dios en determinados momentos de oración, postrarnos ante él en actos de sumisión y adoración y, después, seguir cada uno con nuestras vidas, como si Dios no existiese. Resulta que está total y plenamente presente, más íntimo a nosotros mismos que nuestra propia conciencia. No está como un observador que mira de lejos lo que sucede o como los dioses de la mitología griega que aun interviniendo, modifican la vida del hombre para “jugar”, para pasar el tiempo.

Este Dios, al que canta este salmo y que me habla a través de él, es... … ... tan íntimo y tan presente porque es amor y... porque es amor... no es una presencia indiferente. Quizá su silencio da la impresión que no interviene; seguro que es porque respeta y espera la respuesta libre del hombre (varón y mujer). No podría ser de otra manera, si no, no sería amor.

Este Amor conoce total e íntimamente al ser humano, de tal manera, que no necesita que el hombre le pruebe nada ya que ama al hombre con pleno conocimiento de quien es. Por eso espera nada del hombre y, al mismo tiempo, espera todo de él. Por eso...
... está completamente comprometido con su historia personal -mi historia, tu historia- precisamente porque sabe quienes podemos llegar a ser.

Así que siendo ya alcanzados, tú y yo, vayamos a refugiarnos en su corazón:

«Vengan a mi los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera."» (Mt 11, 28-30)

Marco Antonio Bellott P.

sábado, 28 de abril de 2012

Espíritu Indomable

No sabes de donde viene ni a donde va...


Hace unos días, en un colegio de nuestra ciudad hicieron un simulacro de una situación de emergencia.

Sin previo aviso dieron la alarma.
La gran mayoría de los estudiantes no sabía que pasaba, alguno recordó que era el “aviso de alarma”. Cuando alguien lo dijo, salieron corriendo, mientras tanto, en el patio, uno se podía encontrar con alguno de los niños de más pequeña edad caído porque alguien lo había empujado durante la carrera hacia… (no sabían donde).
Al volver a la sala, el profesor trató de sacar provecho de lo ocurrido para que aprendieran qué no hacer en caso de emergencia, mientras llevaban a enfermería a los que se habían hecho alguna herida que no fuera mayor.
De seguro esta no es la mejor experiencia educativa ya que no fue preparada con los estudiantes, ya que la sorpresa es educativa cuando está preparada y, por lo mismo, cuando sirve para entrenar lo que conviene hacer, cuando previamente niños y niñas saben cómo salir de las aulas para ir a sitios seguros o cómo quedarse dentro y protegerse o … en fin… entrenar y luego reflexionar para evaluar si lo que hicieron estuvo bien hecho. Así, cuando llegue la emergencia, estarán entrenados para dar pasos seguros.

¿Qué pasó en la fiesta de Pentecostés?
De seguro fue un acontecimiento sin precedentes: no había manera de esperar lo que iba a suceder y menos, aun, parámetros de comparación. Aun cuando Jesús les había anunciado el envío del “consolador-defensor”.
Habían pasado casi dos meses de lo ocurrido en la Pascua y durante la “fiesta judía del Shavout” que conmemora la entrega de la Ley en el Sinaí, el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jesús irrumpió con ruidos como de viento fuerte y a modo de lenguas de fuego, se posó sobre cada uno de quienes estaban encerrados, con un panorama incierto por delante (aun cuando estaban en oración y en compañía de María, la madre de Jesús).
Después de ser bautizados en el Espíritu, salieron a la calle y anunciaron con tal seguridad su fe que ese día muchos “creyeron y se bautizaron”. (cf. Hch 2, 37-41)

Pensar en esta fiesta, la del Espíritu de Dios, nos hace recordar en su absoluta libertad y en la gratuidad de su amor.
Nos permite recordar que Dios es, también Espíritu y, por lo tanto, no podemos encasillarlo, enmarcarlo, ni adecuarlo en ninguno de los criterios que nos podamos imaginar. De hecho, ni siquiera podemos imaginarlo (la imagen se compone de elementos sensibles y el espíritu no puede ser “captado” por los cinco sentidos) (menos mal que estos cinco no son los únicos sentidos).
También nos permite recordar que si somos amados por Dios no puede haber ninguna fuerza que lo obligue a hacerlo y menos a hacerlo de algún modo en particular: Nos ama como quiere y, por lo mismo, no hay conjuro, ni amuleto, ni rito mágico que lo obligue a… … a hacer lo que sea.
“Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Nosotros, (…) con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu.” (Co 3, 17-18)
Es tan libre que haciéndose viento y fuego, desde lo más íntimo de nuestro ser, quedamos regenerados con posibilidad de dar nuestra respuesta, en libertad. Nadie es “poseído” por el Espíritu Santo. Él viene a nosotros… podemos darnos cuenta de su presencia… (nos hace bien silenciar los cinco sentidos…) y en la espera continua, en el silencio profundo, seguro que sabremos encontrar lo que buscamos y seguro que iremos descubriendo y haciendo madurar los frutos de la presencia del Espíritu: “amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza” (Gal 5, 22).

En el sacramento de la confirmación hemos recibido el bautismo del Espíritu Santo quien “(…) viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido (…) el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.” (Rm 8, 26). Así pues, con Él, permitiéndonos tiempos de entrenamiento, estaremos preparados para descubrir su presencia, para mirar al intocable, para escuchar al inaudible, para mirar al invisible, saboreando su presencia.

Que el calor de su fuego inflame tu corazón y, mientras, tú también ruega, con el Espíritu para que así se haga en mí.

martes, 17 de abril de 2012

No tienes nada que temer de mi.


El hombre resucitado.

Marco Antonio Bellott
Hace años conocí un profesor que tenía la costumbre de separar los grupos de estudiantes (adolescentes) que se habían formado en la sala de clase. Decía que, si no lo hacía, la indisciplina sería general. ¿Porqué lo hacía? la respuesta podría parecer obvia (evitar la indisciplina) y, quizá, no lo sea tanto.
Por otro lado, una esposa reclamaba a su esposo que sus hijos le tenían miedo, que no se hacía querer. Analizando las relaciones dentro de la familia se descubrió que la mamá, cada vez que quería poner orden en la casa decía algo parecido a esto: "Ya verán cuando llegue su papá".
Disciplina, orden... tranquilidad... acá parecieran realidades semejantes; quizá tiene mucho que ver con un afán de controlar lo que sucede “a mi alrededor”; una especie de afán por ser dueño/a  (dominar) de lo que sucede. Quizá, a propósito, surjan sentimientos de miedo ante lo que no podemos controlar. ¿Podemos controlar, dominar, ser dueños del otro?
Mirar al ser humano y acercarme a él, mi hermano, sin escudos protectores, debiera ser la actitud de quien, habiendo resucitado con Cristo, va al encuentro y dice “... alégrense (...) No teman" (Mc 28, 9-10). "No tienes nada que temer de mi".
..... ..... .....
Por el bautismo hemos muerto y resucitado con Cristo; somos hijos en el Hijo, somos resucitados en El Resucitado. la Salvación se ha realizado, y, al mismo tiempo, nos toca hacerla realidad: "El Reino de Dios ha llegado" y, al mismo tiempo, nos toca hacerlo realidad. "No tengan miedo, soy Yo" es una realidad y, al mismo tiempo, nos toca hacer que sea realidad.
A nuestro alrededor hay muchos cristianos, desde pobres y solos, hasta cristianos que tienen en sus manos el poder de hacer un mundo mejor. Si, la resurrección de Cristo es fuente de alegría, una alegría que no es un acto de magia, sino una alegría que se construye y por la que nos hacemos cargo de la felicidad del otro. Entonces este “no tienes nada que temer de mi”, no se queda en el gesto ni en la palabra sino que da los pasos necesarios para construir o reconstruir confianzas: Es Jesús quien va al encuentro de sus discípulos, es Jesús quien dice a Tomas mete tu mano en mi costado y no dudes más (Jn 20, 27), es Jesús quien camina con sus discípulos y les explica las escrituras (Lc 24, 13-33)... Es Jesús quien cura las heridas que el miedo ha dejado en el corazón de los discípulos (Jn 21).
Sí, nosotros, tú y yo, somos "otros Cristos"; nos toca también dar esos pasos para reconstruir confianzas.

Alégrate María,
porque quien mereciste llevar en tu seno
ha resucitado
según lo había dicho. Aleluya.

domingo, 19 de febrero de 2012

Gracias Dios por ser bueno

Esta mañana estaba leyendo unos pensamientos de Carlos G. Vallés SJ y uno de los párrafos, que hace referencia a la autobiografía de Andrea Agassi, me trae variados recuerdos:
"Tengo que jugar con Chang. Juego con agresividad. Envidio sus principios y su disciplina en el juego – pero sencillamente no me gusta. Siempre va diciendo sin más que Jesús está de su parte, y cada vez que gana señala al cielo, da las gracias a Dios, le da a Dios todo el crédito, y eso me molesta. Que Dios es parcial en un partido de tenis, que Dios se declara estar en contra mío, que Dios está en el lado de Chang, todo eso es estúpido e insultante, una mezcla de egoísmo y religión que me revienta. Le gano en cuatro juegos. Jesús pierde."
 ¿Dios toma partido? ¿Dios quiere más a unos que a otros? ¿a unos bendice y a otros maldice?
Si Dios es el Dios que Jesús de Nazareth muestra, parece que la respuesta es un no rotundo ya que " hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores. " (Mt 5,45)
Evidentemente uno se siente agradecido por el bien que recibe en la vida y que llegan de Dios y al mismo tiempo debiera sentirse comprometido por el bien de quienes están cerca o a quienes convierte sus cercanos.

Investigadores demuestran la importancia de la autoestima en el desarrollo de la persona, en todo aspecto (incluso en el rendimiento escolar). Pues la base de la autoestima Cristiana es sabernos amados de Dios.
Dios me ama incondicionalmente y está comprometido con mi bien de tal manera que estoy unido indisolublemente a Él. En mi vive Dios.
Esto no vale sólo para mí sino para cada ser humano y de manera particular para cada bautizado que por medio de este sacramento ya goza de las primicias del Reino (Jesús mismo).

Así que a liberarnos de miedos y sentirnos seguros, amados y a salvo que sabemos en quien hemos puesto nuestra confianza (2Tim 1, 12)

sábado, 31 de diciembre de 2011

Navidad es tiempo de...


¿Te ha pasado que cuando llega la época de navidad empiezas a guardar o sacar lo típico de estas fechas?

Por ejemplo, frases como: “La Navidad es tiempo de...” o “un cuento de navidad...” o te pones a ver las bonitas películas sobre Santa Claus, Papá Noel, o las historias del Viejito Pascuero o, quizá, te involucras  con campañas solidarias para juntar regalos para niños sin familia... o celebraciones de navidad en oficinas o en grupos de amigos o en agrupaciones.
Parece que el tiempo de Navidad llega a nuestras vidas como una avalancha de actividades que nos revuelca como una ola a la que no supimos esperar.
Todo... todo... parece importante.
Navidad es tiempo de...

En tiempos de San Francisco de Asís, aun considerando la diferencia de épocas y contextos, seguro que tampoco era importante el Dios que nacía bebé. Por eso Francisco inventó la primera representación del nacimiento de Belén, una manera concreta de ver, quizá oler... sentir... el misterio.

¿No te da la impresión que celebramos un cumpleaños y no importa si está presente el cumpleañero?

¿Puede ser más importante el festejo que el festejado?

En estos tiempos de navidad pareciera que no importa el festejado.
Navidad es tiempo de... arbolitos
Navidad es tiempo de... regalos
Navidad es tiempo de... amistad y familia

... ... ...

Navidad es nacimiento... no un nacimiento simbólico a una nueva vida o nuevas eras, sino es la celebración y recordatorio de UN NACIMIENTO, el de Jesús, Hijo de María y de José el carpintero, de la tribu de Judá, de la estirpe de David, aquel rey pastor llamado y amado por Dios más allá de su debilidad y de su pecado.
Si. Es el recordatorio y celebración de UN NACIMIENTO, el de Jesús, el Enmanuel, el Dios-con-nosotros, el prometido, el esperado.
Si. es el recordatorio y celebración de UN NACIMIENTO, el de Jesús, Dios que se encarna, Dios que salva... un niñito recién nacido.

Navidad es tiempo de.... dejarnos asombrar por el misterio, por la pobreza, por las puertas cerradas, por los corazones duros, por las normas y las costumbres, por las desconfianzas, por el frío de la noche en el Belén de Judá y ponerse de rodillas y adorar a un bebé recién nacido y acomodado junto a su madre, que le da calor... en un establo.

Y... así... quedarme absorto y, en silencio, totalmente agradecido y... quizá después, plenamente entusiasmado bajar por los collados o las calles o entre la gente a contar de qué fui testigo.

Te deseo (deséamelo a mi también) un feliz nacimiento.

jueves, 1 de septiembre de 2011

¿Dónde huir?

A veces puede ser que corramos a escondernos, no queremos ser encontrados...

¿Te gustó el video? Pues si, en realidad, nada de lo que hagamos podrá apartarnos del AMOR DE DIOS.




domingo, 26 de diciembre de 2010

el Nacimiento

Toda la Historia de Salvación testimoniada en el Antiguo Testamento espera el DÍA DEL NACIMIENTO del Mesías (= Ungido, Khristós) el Dios-con-nosotros (Cf. Is 7, 14; 8,10; Mt 1,22-24) y ¿cómo llega ese día?
... de la manera más inesperada:
... Nace como cualquier ser humano protegido por el amor de una familia; aunque lejos de su casa, bajo un techo que no es propio y que es el lugar donde se guardan a los animales de la casa: un pesebre.
¿Quienes se enteran?
Aunque todo el Antiguo Testamento lo esperaba, solo se enteran unos pastores de Belén (despreciados por los poderosos de la época por ser ignorantes, desconocedores de la Ley y Los Profetas y, por lo mismo, irreligiosos) y unos magos venidos de Oriente (astrólogos... extranjeros... de otra religión).
“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo». De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que es Dios y está en el seno del Padre.” (Jn 1, 14-18)
Este es el misterio de nuestra fe: la Salvación pasa por la carne: asume TODA la realidad humana. «Caro cardo salutis»[1]: 'la carne es el quicio, de la salvación'.
Para terminar, por ahora, podríamos decir que solo asumiendo nuestra humanidad, nuestras debilidades, aceptándonos como somos, mirándonos de frente a nuestra VERDAD (como decía Santa Teresa de Jesús) podremos encontrar al Enmanuel, Dios-con-nosotros.
--------------------------------
[1] Tertuliano, De resurrectione mortuorum VIII, 6-7.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Prioridades

Valores y compromisos
Era un encuentro de padres de familia, como tantos otros, alguno de ellos tenían un solo hijo, otros tenían varios hijos ya en el colegio y también varios años de matrimonio. Se les pidió que escribieran un listado de aquello que fuera importante en su vida. Lo más importante primero.

¿Que pasó?
Todos, sin excepción, escribieron “Familia”, “hijos”, “Dios” en los primeros lugares, y la mayoría puso bienes materiales, incluido el dinero, en los últimos lugares de la lista.
Luego se les pidió que dividieran el día de según las actividades de cada jornada señalando las horas que le dedicaban a cada una de ellas.
Los resultados fueron interesantes porque lo que estaba primero en la lista no era a lo que se dedicaba más tiempo durante cada día.
Lo que no quiere decir que porque pasemos más de 8 horas en el trabajo, eso sea lo más importante en nuestras vidas. Bien podríamos decir que trabajamos para que nuestras familias tengan una mejor calidad de vida ¿no cierto? Claro que también nos encontramos con personas que se apasionan tanto por lo que hacen que todo pasa a segundo o tercer plano y si no fuera así, lo más probable es que termine sintiendo que "no se ha puesto la camiseta".

Sea como sea. Nuestros compromisos revelan aquello que valoramos: nuestras prioridades.

¿Podríamos decir que hay unas prioridades propias del cristiano?
El actuar de Jesús muestra que la opción por Jesús es una opción por el hombre, el ser humano y su realización: si voy realizándome como ser humano, apreciando mi humanidad y la humanidad de quienes están a mi alrededor, soy un mejor cristiano... y si soy cada día mejor cristiano, con seguridad que, soy mejor ser humano. Amar al ser humano, a cada persona, es un acto de adoraciòn a Dios, Padre de tod@s.
Cada una de las prioridades del Reino es una opción total por el ser humano: comportamientos de misericordia que nos humanizan: liberar, acoger, sanar, perdonar, ir al encuentro del otro, dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, dar de beber al sediento, acoger al extranjero (el extraño, el distinto), visitar al encarcelado y hacerlo objeto de mi amor, no de mi odio o venganza, rezar por el otro (interceder: pedir, agradecer, tenerlo presente).
“los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!»”. (Mt 11, 5-6)

Ahora bien, ¿conozco mis prioridades?
¿Qué es a lo que realmente le doy importancia?

Que el Dios que nace bebé humano colme tu vida de paz, ¡Shalom!, haciendola más humana y plenamente feliz.

domingo, 4 de julio de 2010

Esperando... esperando...

"No esperábamos que fueses así."

Marco Antonio Bellott

Hace mucho años atrás, un alumno mío (tenía 14 años) se acercó a mi y me contó que había embarazado a su polola (que tenía 15). Él, quería tener al bebé y hacerse cargo de él (como decía)... pero, alrededor de él habían varias personas que estaban decepcionadas de él.

Estoy pensando, en este momento, en los primeros que siguieron a Jesús. Algunos esperaban que fuese quien restaurara el Reino de Israel, el Reino de David... después de un tiempo, cuando vieron que sus acciones (las de Jesús) no iban a provocar la revolución que esperaban... se decepcionaron...


Jesús no llegaba a sus expectativas. Algunos se fueron, otros se distanciaron y después volvieron a ser del grupo de sus discípulos. También estaban aquellos que veían en Jesús un maestro, alguien a quien seguir para restaurar la religión de Israel, afianzar el poder del Templo, levantar, como estandarte, los símbolos de Israel frente al imperio romano... También se decepcionaron de Jesús cuando vieron que, más bien, los llamaba "cueva de ladrones" (Mc 11,17).

Hasta los más cercanos de sus discípulos llegaron a decepcionarse de Jesús cuando comenzó a decir cosas como que "el hijo del hombre debía sufrir..." (Mc 8, 31) a tal punto que Pedro le reprende y Jesús llega a decirle "Apártate de mí, Satanás" (Mc 8, 33).


Jesús los decepcionó.


¿Los decepcionó o se decepcionaron?
Definitivamente se decepcionaron. Esperaban algo más de Jesús, ciertamente no tenían claro que fuera el Hijo de Dios... pero esperaban algo más de él y... en realidad... todo los iba a llevando (así parecía) al fracaso de cada una de sus expectativas sobre él.

Jesús, en cambio, no espera nada de sus discípulos. Solamente los invita a seguirlo, les propone un estilo de vida, les plantea poner en el centro de sus valoraciones a la persona, en especial aquellas que tienen menos posibilidades de realización. Les propone una relación personal con Dios, como padre de todos, no de unos cuantos que se creen sus dueños o piensan tener el poder de manipularlo a su antojo como si se tratara de saber conjuros mágicos con los que pueden controlar a las fuerzas divinas.


Si... Jesús, el Dios que Jesús nos revela... viene a nuestro encuentro y nos invita a seguirlo. Sucede que el amor acepta al otro sin esperar nada a cambio y sin pedirle nada a cambio.


Que nuestra única deuda con los demás sea la del amor mutuo (Rm 13,8).

miércoles, 9 de junio de 2010

Entre forma y formas

Sobre lo que permanece.


"Su comportamiento no es correcto", me dijo.
"Esperábamos de usted mucho más, estamos decepcionados", le dijo.
"¡Por su culpa!" Gritó alguien y quisieron castigarlo.


Era un inadaptado social (no se adaptaba a lo que las normas sociales esperaban fuese un comportamiento social aceptable).

Si el Jesús que caminó por los caminos de Galilea, hace dos mil años, caminase hoy entre nosotros de la misma manera que en esos tiempos, quizá diríamos frases como las anteriores. o, quizá, no le prestaríamos atención para no ser reconocidos como "los de su grupo"... "dime con quien andas y te diré quien eres".

Da la impresión que fuera muy fácil rechazar a quien es distinto y más fácil juzgarlo de acuerdo a las propias costumbres, puntos de vista y expectativas.


"El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra" (Jn 8, 7) ¿te suena?
Las formas, las características, los detalles... es lo que vemos... lo que pasa a través de nuestros sentidos... lo externo... van cambiando, no permanecen, hacen las diferencias...


¿Hay algo que sea más permanente de lo que acostumbramos? (considerando que, incluso, repetimos con frecuencia y con bastante seguridad "nada es para siempre".) Quizá sea que nos vamos acostumbrando a la velocidad con que se dan ciertos cambios que no son naturales como, por ejemplo, las imágenes en televisión que pasan de una escena a otra en milésimas de segundo; pero más allá de eso, todo en nuestro entorno va cambiando.
"Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él." (Jn 4, 16)
El Dios de Jesús viene a nuestro encuentro, su amor y cercanía permanecen, no cambian; pero eso si, ante relaciones injustas tiene predilección por el desvalido.
Su amor permanece entre nosotros, oculto entre formas. se hace don y comida.
Su amor por nosotros es invariable, nos espera y ama con increíble pasión ¿que ganaría con la muerte del pecador?
Esa es la fuerza del amor, un amor que no pide nada a cambio, un amor cuya "fidelidad permanece para siempre. ¡Aleluya!" (Sal 117, 2). Ese amor, esa cercanía... es un factor de cambio; llama a correspondencia. No nos deja indiferentes.
Que las formas y las apariencias no nublen tus sentidos. Descubre la presencia del Resucitado y su Espíritu. que se derrama como lluvia generosa, como cálido rayo de sol, de la misma manera, hagas o no el bien, seas o no cristiano.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Fácil


Dios no es dios.

Marco Antonio Bellott

El mes recién pasado me ha permitido pensar una y otra vez en lo fácil que construimos ídolos, esos muñequitos de barro a los que prendemos incienso y adoramos dándoles poder. Por cierto gracias a una conversación con un amigo sacerdote.
Me puse a pensar en la cantidad de jóvenes que gastan energías, tiempo de sueño, que ayunan, etc., etc. por sus ídolos, dentro de su club de fans. jóvenes que pueden pasar horas bajo la lluvia y el frío con tal de adquirir entradas para ir al concierto de su ídolo o comprar lo último en tecnología.
Fans... fanáticos de sus ídolos...

Pienso, también, en lo fácil que nos hacemos (nosotros mismos) ídolos de otros... el dulce sabor del poder...
  • El profesor que siente el sabor del poder haciendo que el estudiante se incline ante su voluntad... no siempre es fácil que se traten de tú a tú aun si uno tiene la responsabilidad de ayudarlo a aprender y el otro asume el compromiso de aprender.
  • Cuando convertimos la liturgia en ritos mágicos, también asignamos poder idolátrico a gestos y palabras. terminan siendo más importantes que Dios mismo.
  • Cuando subrayamos lo sagrado de tal manera que buscamos, en el otro, defectos y pecados a fin de ponerlo a prueba y "hacerlo digno" de... "lo sagrado".
  • Posturas, costumbres, leyes..... todo cuanto hacemos intocable, indiscutible, seguro que ya lo convertimos en ídolo.
  • Cuantos grupos que convierten la relación con Dios en un PODEROSO acto de sanación, que termina convirtiéndose en un lucrativo negocio.
  • Hasta en tiempos de Jesús el diezmo al Templo era una exigencia que afirmaba poder, ejercido ante el resto del pueblo de Israel, incluso ante el Imperio Romano, que permitía una moneda propia para el Templo.

El Dios que Jesús muestra, definitivamente, tiene otro rostro.

Es PADRE. Abba (papá, mi papá).

Esto ponía furiosos a los maestros de la Ley y a los sacerdotes del Templo porque sacaba, la imagen del Dios todopoderoso, omnipotente, del pedestal, del Lugar Santo, para hacerlo cercano al hombre, para ponerlo a la altura del hombre. NO HECHO A MEDIDA DEL HOMBRE como los dioses griegos que juegan con la vida de lo hombres escribiendo y manejando a gusto sus "destinos".

Es Padre, padre misericordioso que abraza, consuela, aconseja, y cuando el hijo se va de casa y se autodestruye sale cada momento a ver si regresa a casa y cuando lo hace sale corriendo al encuentro del hijo que estaba perdido, lo abraza, consuela, hace fiesta por él. No le reclama nada. (Cfr. Lc 15, 11-32)

Es padre que carga al hijo cuando no puede levantarse.
Es padre que juega y habla con su hijo, de tú a tú.

Nadie puede apropiarse su paternidad, porque es Padre de todos. Nadie está más cerca o más lejos de Él. Nadie tiene que hacer méritos para estar junto a Él, porque Él mismo viene a nuestro encuentro.

No tiene pedestales. No tengo que gritar para que me escuche, ni llenar mi boca de palabras para que me escuche, porque es más íntimo a mi mismo que mi propia conciencia. Porque mientras el niño juega ahí está su padre, acompañándolo.

"No hizo alarde de su categoría de Dios sino que se vació de sí mismo, haciéndose servidor..." (Filipenses 2, 6)

martes, 13 de octubre de 2009

Sobre todo

Dios, el único absoluto.

Cuando era pequeño y estudiábamos el catecismo a partir de preguntas y respuestas, había una que decía "¿para qué te ha creado Dios?" a lo que aprendimos a responder "Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida." (Todavía recuerdo la pregunta y su respuesta)

A lo mejor en ese momento no comprendíamos su significado, sin embargo permanecía en nuestra memoria hasta encontrarle un sentido.

Hace unos años, en una de mis clases sobre axiología y comportamiento moral conversaba con mis alumnos acerca de aquellos valores que convertimos en absolutos. Evidentemente ahora no entraré en toda la reflexión pero nos hace mucho bien recordar que a medida que buscamos caminos para conocer mejor a Dios, para amarlo (lo que supone un acto de voluntad que se va haciendo vez por vez, día a día, y supone, por lo mismo, una decisión) y servirlo hallamos el camino de nuestra realización personal, porque nos encontramos ante Dios, sin límites, sin prejuicios, cara a cara, tal cual somos, Él nos conoce plenamente, no hay miedo a defraudarlo porque no tiene expectativas sobre nosotros, no espera nada a cambio de su amor, ni siquiera espera que cambiemos.

Por el contrario, cuando buscamos o construimos nuestros "absolutos" a partir de la realidad que nos rodea, simplemente elegimos una limitación.

Me explico:

El dinero (el poder, el trabajo, la democracia, la patria, el estado, el partido político, la ideología -cualquier bien posible e imaginable-) es una realidad valiosa, es un bien que nos permite adquirir bienes que ayudan a mejorar nuestra calidad de vida; sin embargo, cuando lo convertimos en un absoluto (lo colocamos por encima de todo) ya no importa ni la familia, ni los amigos, y cualquier otro interés queda subordinado a poseer más dinero. Incluso se termina por ser infeliz cuando no se logran las ganancias esperadas.

A veces, hasta nuestras ideas personales las convertimos en absolutos y no admitimos ningún tipo de discusión o contrapropuesta.

Cuando sacamos a Dios de nuestras vidas, es más que probable que terminemos construyendo absolutos a partir de cosas, ideas, o sentimientos y, por lo tanto, las endiosemos. Ya verás lo pronto que encontrarás unas víctimas que ofrecer a estos nuevos dioses.

¡Que bueno que en el camino de nuestra vida hay un llamado de atención que nos recuerda este peligro: "Amarás al Señor tu Dios, con toda tu alma, con toda tu mente y todo tu corazón..."!

Dios, el Dios de Jesucristo, este Dios que es una comunidad de amor nos abre a infinitas posibilidades de realización. No necesitamos pisar a nadie, no necesitamos utilizar a nadie, no necesitamos eliminar vidas para alcanzarlo, no necesitamos cerrar las puertas a ninguna persona porque cabemos todos, ni siquiera necesitamos esforzarnos por alcanzarlo porque ya hemos sido alcanzados, Él se encarnó, nos amó de manera incomparable, se puso a nuestro servicio, se hizo siervo.

Por eso conocerlo, amarlo y servirlo, más que un destino, se convierte en una invitación, en una tarea inclusiva y facilitadora de la realización humana.

"Vengan benditos de mi Padre" (Mt 25,34)

miércoles, 26 de agosto de 2009

Creador

Dicen que por la boca muere el pez. ¿qué dice de una persona escucharle decir que el hijo que tiene no fue planificado o que no fue querido o... peor... que fue un accidente?
Cada niño que nace es un éxito de la naturaleza, fruto de una arquitectura e ingeniería que rayan la perfección. El espermatozoide más fuerte, más veloz, más sano, llega al óvulo y lo fecunda: ¡un éxito de la naturaleza!
Si, un éxito de la naturaleza; pero también un acto divino. Dios crea al hombre.
la naturaleza sólo da lo que puede dar y lo que da está enmarcado en el aquí y en el ahora, es medible, es cuantificable... mientras que el ser humano siendo todo eso va más allá de esos límites, los trasciende. Trasciende los límites materiales con su pensamiento, con su libertad, con la capacidad de autodeterminarse, de proyectarse, de mirar la propia vida y querer mejorarla, con la capacidad de valorar lo que le rodea y a sí mismo.

Sí.
Soy... eres... somos... frutos de un acto deliberado del amor de Dios.

Dios quiere que vivamos, nos llama a la vida simplemente por amor, no pide nada a cambio, no espera nada a cambio. Me ama incondicionalmente. Es mi padre.

Dios, el todopoderoso, es mi Padre y me ama.
Dios, el todopoderoso, es mi Padre y acompaña mi caminar.
Dios, el todopoderoso, es mi Padre y, conociéndome desde dentro, me propone caminos de realización personal.
Dios, el todopoderoso, es mi Padre y espera cuando no quiero escucharlo, mirarlo o, simplemente, cuando ignoro su presencia.

Dios es mi Padre, creador, sostenedor, amor providente. Yo no podría existir si Él decidiese quitarme la vida. Por lo mismo, el acto creador no es un acto de un momento, sino es un acto continuo: Dios sostiene, alienta mi vida... y porque me ama no se arrepiente, ni se rinde, DA LA VIDA.

Por eso, la misma muerte no es un punto final, es una coma... continúa...
Por eso, cada día que pasa estamos más cerca a nuestra resurrección... PORQUE HEMOS SIDO LLAMADOS A UNA VIDA EN PLENITUD.

Si soy creatura, seguro que encuentro mi camino de realización de cara a Dios, encuentro en Él la plenitud... encuentro en Él la fuente de mi alegría. Sí, Dios es mi Padre, me ama y es mi Señor.

"Hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creido en él" (1 Jn 4, 16)

viernes, 21 de agosto de 2009

A las puertas del cielo

El Dios puente.

¿Creer o no creer?
Toma. Come. Éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre. El Dios-con-nosotros se hace punto de encuentro: El hombre se encuentra con Dios, Dios se encuentra con el hombre. Yo, sin perder mi personalidad, mi historia, con mis luchas y pecados, limpio aunque no impecable... yo, ingreso en la inmensidad de Dios y Dios se hace uno conmigo y en Él estoy unido a ti... más íntimo que la cercanía corporal, más íntimo que compartir sentimientos, emociones, pensamientos, amistad.

Este es mi cuerpo es una manera de decir éste soy Yo: el Jesús que caminó por las calles de Jerusalén, el Jesús a quien gustaba comer con amigos, el Jesús de Nazareth que hacía sentir bien a quienes eran desaprobados ya sea por sus costumbres o simplemente por prejuicios, ese Jesús que nació en Belén que sanó a tantos y no a todos, ese Jesús, nacido de mujer, que pasó por lo dolores de la flagelación y de la cruz, el que resucitó... Ese es quien afirma: "esto es mi cuerpo, esta es mi sangre".

Cuando estoy frente a ese pedazo de pan, después de la consagración... estoy frente a Dios, de rodillas frente a Dios; pero también de pie frente a Dios porque su siervo soy pero, en Cristo, también, su hijo y amigo soy.

Ahí está Él, que viene a mi encuentro y, al mismo tiempo, espera que yo me acerque.

Ahí está Él, como puente de encuentro, como puerta del cielo donde el universo entero se encuentra adorando a Dios y Él... se acerca... todopoderoso... sin hacer alarde de su poder; más bien, haciéndose comida.
No me pide nada a cambio, sólo se acerca colmado de amor misericordioso esperando que yo dé mi primer paso para gozar de la abundante misericordia de su amor.
¿Puedo, acaso negarme a tanto bien?

Parece absurdo, sin embargo muchas... muchas veces... por falsos temores, por sentimientos de culpabilidad infundados, por remordimientos insanos, quizá hasta por el afán de autocastigarnos, rechazamos su abrazo misericordioso.

Ahí está Él, Dios, tendiéndome la mano, mirando dentro de mí, amándome sin restricciones, haciéndome suyo totalmente hasta hacerse una carne conmigo.

miércoles, 22 de julio de 2009

Si Dios lo quiere

La confianza que genera compromiso.

a) Ella tiene un hijo. Desde hace más de diez años está postrado en cama y solo mueve los dedos, los labios y sus ojos.
Afirma, con mucha fe: “Dios así lo quiere, Él sabrá por que.
b) Mi amiga dice “soy agnóstica, prefiero serlo”
c) Un tío, muy querido, me dijo un día: “soy ateo. Tú crees porque te enseñaron a creer. A mi no, por eso puedo argumentar con razones porqué no creo.”
d) El profe de religión le dijo al niño “Dios es como tu papá” y el niño le dijo “mi papá me da miedo… especialmente cuando llega curao y pega a mi mamá. A mí ya me tiró contra la pared un par de veces cuando…”

Decir “Si Dios lo quiere” ¿no será una excusa o una forma primitiva de resignación... en lugar de un sinónimo de “Padre, me pongo en tus manos…”?

Lo que encontramos en el Antiguo y Nuevo Testamento no es resignación, más bien nos pone ante la alternativa de tomar nuestras propias decisiones. Nos muestra un Dios que se acerca y se conduele del sufrimiento humano y lo ataca (al sufrimiento, al mal) desde dentro para SANAR-SALVAR al hombre. Nos muestra un Dios que camina hacia la persona, la llama por su nombre (señal de que la conoce, o por lo menos se interesó de conocerla), la invita a seguirlo y, casi de inmediato, la envía a anunciar salvación-sanación: “echar demonios”, pescar hombres, anunciar alegrías (la buena noticia).

Ahí está Dios… cercano… propositivo… no nos necesita pero, amándonos, nos asume tal cual somos y nos empodera para hacer el bien.

Dios quiere nuestro bien. Tu bien… mi bien… con nombre y apellidos… dándonos el poder para lograrlo.

¿Quieres? “Ven y sígueme” (Mc 10,21). Es una llamada, tan cercana, que me siento muy libre como para no seguirlo.

El Dios familia

Cuando creo que creer es algo individual.

“Dijo Dios, hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, (…) A imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó.” (Gn 1, 27) y “el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer y pasan a ser una sola carne” (Gn 2, 24)

¡Que especial este Dios que nos muestra Jesús!

  • No es un individuo; pero es uno.
  • Son tres; pero no son multitud.
  • Distintos entre si porque son personas capaces de generar relaciones pero uno solo.
  • Una sola comunidad, una familia.
  • y… nosotros… su imagen y semejanza.
Sí, somos su imagen y semejanza; realidad y tarea… un desafío: mostrar a Dios… imagen que se hace realidad A MEDIDA QUE SOMOS COMUNIDAD… siendo familia.

Si creo en el Dios de Jesús, creo firmemente que el otro, el que está a mi lado, ese que es distinto y totalmente diferente… ese… es mi hermano, es cercano, no es completamente distinto, me interesa lo que le sucede, no me deja indiferente su preocupación, sufrimiento o alegría.

Si Dios es comunidad, y creo en Él, me interesa mostrarlo acercándome, rompiendo las barreras que hayamos podido construir.

Este Dios-familia vive en nosotros, su presencia nos hace sagrados “con todo, llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos.” (2Co 4,7)

viernes, 29 de mayo de 2009

No sirve de nada

¿Sirve de algo creer en Dios? Preguntó un estudiante.
Y, un amigo cura, respondió, “no sirve de nada”.

Se hizo un silencio en toda la sala.

Abrigarse es útil cuando hace frió.
Tener algo para comer cuando tenemos hambre es útil.
Hasta los amigos son útiles cuando nos sentimos solos, cuando necesitamos un apoyo, cuando necesitamos un hombro para llorar, una mano para caminar o una mirada que mirar.

No necesito creer en el aire para respirarlo, aunque sea necesario para la vida y, sin embargo, todo el tiempo respiramos, una y otra vez, cada momento de nuestros días y noches.
Y… de vez en cuando… inhalamos una bocanada de aire fresco, de una forma especial, profundamente, detenemos nuestra respiración, llenamos nuestros pulmones hasta el fondo, sentimos el aire… hasta… lo saboreamos. 
Nos damos cuenta del aire, por unos instantes. Lo gozamos… y luego seguimos respirando como si el aire no existiese.

Creer en Dios no es igual a afirmar una y otra vez ¡CREO!, ¡CREO!, ¡YO SI CREO EN DIOS! (no se trata de autoconvencerse)

Creer en Dios es un acto de voluntad, pero al mismo tiempo un don: el don de poder darnos cuenta de su presencia, como esas bocanadas de aire respirado. Pero también el querer fiarme, abandonarme (como uno se abandona en la persona amada) en la confianza que Dios me ama, en una relación íntima y personal (que no es lo mismo que individual) me fío de que me ama con amor de Padre, me fío que se preocupa por mi, me fío de que se conmueve con mi dolor y sufrimiento, me fío tanto que no necesito largas pláticas para que se dé cuenta de mis necesidades, porque me fío de que está más cercano a mí que mi misma conciencia. Porque lo vi en Jesús, que nos muestra al Padre.