martes, 13 de octubre de 2009

Sobre todo

Dios, el único absoluto.

Cuando era pequeño y estudiábamos el catecismo a partir de preguntas y respuestas, había una que decía "¿para qué te ha creado Dios?" a lo que aprendimos a responder "Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida." (Todavía recuerdo la pregunta y su respuesta)

A lo mejor en ese momento no comprendíamos su significado, sin embargo permanecía en nuestra memoria hasta encontrarle un sentido.

Hace unos años, en una de mis clases sobre axiología y comportamiento moral conversaba con mis alumnos acerca de aquellos valores que convertimos en absolutos. Evidentemente ahora no entraré en toda la reflexión pero nos hace mucho bien recordar que a medida que buscamos caminos para conocer mejor a Dios, para amarlo (lo que supone un acto de voluntad que se va haciendo vez por vez, día a día, y supone, por lo mismo, una decisión) y servirlo hallamos el camino de nuestra realización personal, porque nos encontramos ante Dios, sin límites, sin prejuicios, cara a cara, tal cual somos, Él nos conoce plenamente, no hay miedo a defraudarlo porque no tiene expectativas sobre nosotros, no espera nada a cambio de su amor, ni siquiera espera que cambiemos.

Por el contrario, cuando buscamos o construimos nuestros "absolutos" a partir de la realidad que nos rodea, simplemente elegimos una limitación.

Me explico:

El dinero (el poder, el trabajo, la democracia, la patria, el estado, el partido político, la ideología -cualquier bien posible e imaginable-) es una realidad valiosa, es un bien que nos permite adquirir bienes que ayudan a mejorar nuestra calidad de vida; sin embargo, cuando lo convertimos en un absoluto (lo colocamos por encima de todo) ya no importa ni la familia, ni los amigos, y cualquier otro interés queda subordinado a poseer más dinero. Incluso se termina por ser infeliz cuando no se logran las ganancias esperadas.

A veces, hasta nuestras ideas personales las convertimos en absolutos y no admitimos ningún tipo de discusión o contrapropuesta.

Cuando sacamos a Dios de nuestras vidas, es más que probable que terminemos construyendo absolutos a partir de cosas, ideas, o sentimientos y, por lo tanto, las endiosemos. Ya verás lo pronto que encontrarás unas víctimas que ofrecer a estos nuevos dioses.

¡Que bueno que en el camino de nuestra vida hay un llamado de atención que nos recuerda este peligro: "Amarás al Señor tu Dios, con toda tu alma, con toda tu mente y todo tu corazón..."!

Dios, el Dios de Jesucristo, este Dios que es una comunidad de amor nos abre a infinitas posibilidades de realización. No necesitamos pisar a nadie, no necesitamos utilizar a nadie, no necesitamos eliminar vidas para alcanzarlo, no necesitamos cerrar las puertas a ninguna persona porque cabemos todos, ni siquiera necesitamos esforzarnos por alcanzarlo porque ya hemos sido alcanzados, Él se encarnó, nos amó de manera incomparable, se puso a nuestro servicio, se hizo siervo.

Por eso conocerlo, amarlo y servirlo, más que un destino, se convierte en una invitación, en una tarea inclusiva y facilitadora de la realización humana.

"Vengan benditos de mi Padre" (Mt 25,34)

No hay comentarios: