jueves, 28 de agosto de 2008

La Muerte


El amor se resiste a la separación porque somos seres para el encuentro.

La muerte se nos presenta como aquella realidad con la que todo ser humano se encontrará en algún momento; cualquiera, el menos pensado, a veces avisado, otras buscado (1).


“Ante la muerte todos somos iguales” tremendo poder democrático o, si prefieres, comunista.


“Cuando llegue la muerte me liberará de los dolores, de los males, de la pobreza, de la enfermedad,…” dirá algún amigo querido.


“Cuando llegue la muerte me liberará de este cuerpo, en el que sufro dolores, susceptible a enfermedades,…” dirá otro amigo querido.


Incluso otro diría que la muerte es como una coma en la oración. ¿Qué diría Mario Benedetti que escribió su último libro (Testigo de uno mismo) sin comas ni puntos?


Gabriel Marcel afirmó que “Amar a otro es decirle: tú no morirás... Si yo consintiese en tu aniquilamiento, traicionaría nuestro amor y de este modo es como si te abandonase a la muerte” (2)


¡No, la muerte no es una liberación!, como si el cuerpo fuera el mal del espíritu. Humanamente hablando, la muerte es un fracaso irremediable y, en el fondo, un escándalo, un absurdo.

Suprime implacablemente la única forma de existencia que nosotros conocemos. Aniquila la relación histórica que nosotros tenemos con el mundo y que nos parece la condición vital de nuestra emergencia como sujetos en relación con nosotros mismos, con los demás, con el universo y con Dios. Destruye, de raíz, nuestra existencia corpórea. (Gastaldi, 1983, 340)


La muerte una tragedia que interpela nuestra existencia llevándonos a la pregunta sobre el sentido de nuestra existencia. Aun si se muestra como fatalidad no lo es, como tampoco es una realidad invencible. No forma parte de la existencia humana pero aparece como el paso necesario.


Paso, sí. No punto final,



Y si todo amor promete “perennidad”, el amor de Dios, además de prometerla, debe otorgarla, porque puede hacerlo ya que siendo fuerza creadora y eterna es capaz de garantizar la perennidad de la existencia humana. Si no lo hiciera dejaría de ser Dios. Porque habría algo, la muerte, más fuerte que Él (3).


Esto escribió un periodista guatemalteco amenazado de muerte(4).

Será por eso que el amor se resiste a la muerte, será por eso, también que somos seres para el encuentro y mantenemos la esperanza de encontrarnos con quienes amamos, incluso después de la muerte. Bendita “hermana muerte” (como la llamaba san Francisco de Asís) que permites el reencuentro con las personas que amamos y que ya partieron a la casa del padre.






© Marco Antonio Bellott Pabón

2008