jueves, 19 de noviembre de 2009

Fácil


Dios no es dios.

Marco Antonio Bellott

El mes recién pasado me ha permitido pensar una y otra vez en lo fácil que construimos ídolos, esos muñequitos de barro a los que prendemos incienso y adoramos dándoles poder. Por cierto gracias a una conversación con un amigo sacerdote.
Me puse a pensar en la cantidad de jóvenes que gastan energías, tiempo de sueño, que ayunan, etc., etc. por sus ídolos, dentro de su club de fans. jóvenes que pueden pasar horas bajo la lluvia y el frío con tal de adquirir entradas para ir al concierto de su ídolo o comprar lo último en tecnología.
Fans... fanáticos de sus ídolos...

Pienso, también, en lo fácil que nos hacemos (nosotros mismos) ídolos de otros... el dulce sabor del poder...
  • El profesor que siente el sabor del poder haciendo que el estudiante se incline ante su voluntad... no siempre es fácil que se traten de tú a tú aun si uno tiene la responsabilidad de ayudarlo a aprender y el otro asume el compromiso de aprender.
  • Cuando convertimos la liturgia en ritos mágicos, también asignamos poder idolátrico a gestos y palabras. terminan siendo más importantes que Dios mismo.
  • Cuando subrayamos lo sagrado de tal manera que buscamos, en el otro, defectos y pecados a fin de ponerlo a prueba y "hacerlo digno" de... "lo sagrado".
  • Posturas, costumbres, leyes..... todo cuanto hacemos intocable, indiscutible, seguro que ya lo convertimos en ídolo.
  • Cuantos grupos que convierten la relación con Dios en un PODEROSO acto de sanación, que termina convirtiéndose en un lucrativo negocio.
  • Hasta en tiempos de Jesús el diezmo al Templo era una exigencia que afirmaba poder, ejercido ante el resto del pueblo de Israel, incluso ante el Imperio Romano, que permitía una moneda propia para el Templo.

El Dios que Jesús muestra, definitivamente, tiene otro rostro.

Es PADRE. Abba (papá, mi papá).

Esto ponía furiosos a los maestros de la Ley y a los sacerdotes del Templo porque sacaba, la imagen del Dios todopoderoso, omnipotente, del pedestal, del Lugar Santo, para hacerlo cercano al hombre, para ponerlo a la altura del hombre. NO HECHO A MEDIDA DEL HOMBRE como los dioses griegos que juegan con la vida de lo hombres escribiendo y manejando a gusto sus "destinos".

Es Padre, padre misericordioso que abraza, consuela, aconseja, y cuando el hijo se va de casa y se autodestruye sale cada momento a ver si regresa a casa y cuando lo hace sale corriendo al encuentro del hijo que estaba perdido, lo abraza, consuela, hace fiesta por él. No le reclama nada. (Cfr. Lc 15, 11-32)

Es padre que carga al hijo cuando no puede levantarse.
Es padre que juega y habla con su hijo, de tú a tú.

Nadie puede apropiarse su paternidad, porque es Padre de todos. Nadie está más cerca o más lejos de Él. Nadie tiene que hacer méritos para estar junto a Él, porque Él mismo viene a nuestro encuentro.

No tiene pedestales. No tengo que gritar para que me escuche, ni llenar mi boca de palabras para que me escuche, porque es más íntimo a mi mismo que mi propia conciencia. Porque mientras el niño juega ahí está su padre, acompañándolo.

"No hizo alarde de su categoría de Dios sino que se vació de sí mismo, haciéndose servidor..." (Filipenses 2, 6)