domingo, 26 de diciembre de 2010

el Nacimiento

Toda la Historia de Salvación testimoniada en el Antiguo Testamento espera el DÍA DEL NACIMIENTO del Mesías (= Ungido, Khristós) el Dios-con-nosotros (Cf. Is 7, 14; 8,10; Mt 1,22-24) y ¿cómo llega ese día?
... de la manera más inesperada:
... Nace como cualquier ser humano protegido por el amor de una familia; aunque lejos de su casa, bajo un techo que no es propio y que es el lugar donde se guardan a los animales de la casa: un pesebre.
¿Quienes se enteran?
Aunque todo el Antiguo Testamento lo esperaba, solo se enteran unos pastores de Belén (despreciados por los poderosos de la época por ser ignorantes, desconocedores de la Ley y Los Profetas y, por lo mismo, irreligiosos) y unos magos venidos de Oriente (astrólogos... extranjeros... de otra religión).
“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo». De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que es Dios y está en el seno del Padre.” (Jn 1, 14-18)
Este es el misterio de nuestra fe: la Salvación pasa por la carne: asume TODA la realidad humana. «Caro cardo salutis»[1]: 'la carne es el quicio, de la salvación'.
Para terminar, por ahora, podríamos decir que solo asumiendo nuestra humanidad, nuestras debilidades, aceptándonos como somos, mirándonos de frente a nuestra VERDAD (como decía Santa Teresa de Jesús) podremos encontrar al Enmanuel, Dios-con-nosotros.
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[1] Tertuliano, De resurrectione mortuorum VIII, 6-7.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Prioridades

Valores y compromisos
Era un encuentro de padres de familia, como tantos otros, alguno de ellos tenían un solo hijo, otros tenían varios hijos ya en el colegio y también varios años de matrimonio. Se les pidió que escribieran un listado de aquello que fuera importante en su vida. Lo más importante primero.

¿Que pasó?
Todos, sin excepción, escribieron “Familia”, “hijos”, “Dios” en los primeros lugares, y la mayoría puso bienes materiales, incluido el dinero, en los últimos lugares de la lista.
Luego se les pidió que dividieran el día de según las actividades de cada jornada señalando las horas que le dedicaban a cada una de ellas.
Los resultados fueron interesantes porque lo que estaba primero en la lista no era a lo que se dedicaba más tiempo durante cada día.
Lo que no quiere decir que porque pasemos más de 8 horas en el trabajo, eso sea lo más importante en nuestras vidas. Bien podríamos decir que trabajamos para que nuestras familias tengan una mejor calidad de vida ¿no cierto? Claro que también nos encontramos con personas que se apasionan tanto por lo que hacen que todo pasa a segundo o tercer plano y si no fuera así, lo más probable es que termine sintiendo que "no se ha puesto la camiseta".

Sea como sea. Nuestros compromisos revelan aquello que valoramos: nuestras prioridades.

¿Podríamos decir que hay unas prioridades propias del cristiano?
El actuar de Jesús muestra que la opción por Jesús es una opción por el hombre, el ser humano y su realización: si voy realizándome como ser humano, apreciando mi humanidad y la humanidad de quienes están a mi alrededor, soy un mejor cristiano... y si soy cada día mejor cristiano, con seguridad que, soy mejor ser humano. Amar al ser humano, a cada persona, es un acto de adoraciòn a Dios, Padre de tod@s.
Cada una de las prioridades del Reino es una opción total por el ser humano: comportamientos de misericordia que nos humanizan: liberar, acoger, sanar, perdonar, ir al encuentro del otro, dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, dar de beber al sediento, acoger al extranjero (el extraño, el distinto), visitar al encarcelado y hacerlo objeto de mi amor, no de mi odio o venganza, rezar por el otro (interceder: pedir, agradecer, tenerlo presente).
“los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!»”. (Mt 11, 5-6)

Ahora bien, ¿conozco mis prioridades?
¿Qué es a lo que realmente le doy importancia?

Que el Dios que nace bebé humano colme tu vida de paz, ¡Shalom!, haciendola más humana y plenamente feliz.