“Dijo Dios, hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, (…) A imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó.” (Gn 1, 27) y “el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer y pasan a ser una sola carne” (Gn 2, 24)
¡Que especial este Dios que nos muestra Jesús!
- No es un individuo; pero es uno.
- Son tres; pero no son multitud.
- Distintos entre si porque son personas capaces de generar relaciones pero uno solo.
- Una sola comunidad, una familia.
- y… nosotros… su imagen y semejanza.
Si creo en el Dios de Jesús, creo firmemente que el otro, el que está a mi lado, ese que es distinto y totalmente diferente… ese… es mi hermano, es cercano, no es completamente distinto, me interesa lo que le sucede, no me deja indiferente su preocupación, sufrimiento o alegría.
Si Dios es comunidad, y creo en Él, me interesa mostrarlo acercándome, rompiendo las barreras que hayamos podido construir.
Este Dios-familia vive en nosotros, su presencia nos hace sagrados “con todo, llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos.” (2Co 4,7)
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